El primer vino albariño fue hallado en Vigo hace 2.000 años

La bodega de Withehall Palace, donde se guardaron los primeros Rías Baixas de Inglaterra.
photo_camera La bodega de Withehall Palace, donde se guardaron los primeros Rías Baixas de Inglaterra.
El albariño tuvo su primera cuna en el Areal de Vigo, o al menos así parece por un análisis del carbono 14. Sobre esto y otros extremos habla el periodista Luis Congil en su libro sobre la historia del vino en Galicia

La historia del vino gallego guarda unos vínculos intensos con el desarrollo de Europa, un singular entramado que analiza el detallado estudio histórico “La maravillosa historia del vino en Galicia”, del periodista Luis Congil. Desde la afición de la Casa Real británica por los caldos del territorio de las Rías Baixas -aspecto casi desconocido hasta hoy que incluye una curiosa historia con el conde de Gondomar-, hasta la presencia de vinos gallegos la América recién descubierta, pasando por la importancia de los fletes de los barcos de peregrinos para distribuir el vino por toda Europa, la historia del vino en Galicia es, en cierta medida, la historia del viejo continente. “El vino gallego vive una segunda edad de oro, afirma el autor, “que repite hoy en día -como demuestran los numerosos premios recibidos y las cifras de exportación- el éxito global del vino gallego en la Edad Media, cuando fluía por todas las arterias comerciales de la ‘Marisma de Castilla’, desde los puertos gallegos y cantábricos hasta Inglaterra, Holanda, Italia y toda Centroeuropa”.

Congil considera que es necesario destacar dentro de la historia del vino un extraordinario hallazgo de la ciencia que no tuvo la repercusión que debería al producirse en lo más duro del confinamiento de la pandemia, por lo que fue esquinado pese a su relevancia y ahora vuelve a ponerse encima de la mesa. Un análisis científico publicado en la revista "Australian Journal of Grape and Wine Research" halló que las semillas más antiguas de la variedad que evolucionó hasta el albariño actual fueron identificadas en el yacimiento romano de Areal en Vigo. Este conjunto arqueológico, hoy  musealizado en Rosalía de Castro, es la única salina de evaporación conservada de todo el Imperio Romano. Fue ahí donde aparecieron las semillas "abuelas" del albariño en estrados datados por el carbono 14 entre los siglos II y IV de nuestra era, por lo que no cabe discusión.

En definitiva, como señalan los autores del descubrimiento, realizado con la participación de científicos gallegos de la Misión Biolóxica de Galicia, del CSIC, y del Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Composela (Andrés Teira), acompañados también de los ampelógrafos españoles Rafael y Carlos Ocete, el antecesor del albariño (junto con otras variedades autóctonas) ya estaba presente en la Galicia romana, y posiblemente era el fruto de la hibridación con vides silvestres locales, propias de la zona, en una temprana busca del mejor aclimatamiento y la mayor productividad. Supone liquidar de un solo golpe la denominada como  "teoría de Noé", que hasta este momento era la más divulgada, según la cual la vid llegó de oriente de las civilizadoras  manos de fenicios, griegos y romanos. Los análisis de las pepitas de uva de O Areal –un auténtico emporio comercial de exportación de sal hacia todo el Imperio Romano, cuna del poder comercial de Vigo y probablemente también fuente para elaborar el preciado garum- mediante múltiples parámetros  muestra la similitud con el albariño ya entre los siglos II-IV, lo que hace concluir a los autores que, al ser una variedad que hoy predomina en su entorno, puede proceder de tipos de vides silvestres gallegas de la zona, o bien domesticadas de forma autóctona, o bien hibridadas con otras procedentes de otras áreas del Imperio. Ya se sabía que las 67 variedades de viñas de la comunidad derivan todas de cuatro linajes: caíño, merenzao, garnacha y moscatel.

Valor añadido

 “La historia del vino gallego es una herramienta para generar valor añadido en el sector”, aprovecha para señalar Luis Congil, “que además nos sirve para aprender mirando al pasado los errores que no se deben repetir: los que acabaron con aquella primera edad de oro”. Estos peligros a evitar, según considera el autor, serían perder de vista los movimientos internacionales y desatender las tendencias, mientras que una lección a aprender sería conservar el enorme potencial de los valores diferenciales propios, “como es hoy la riqueza de nuestras variedades tradicionales, reconocidas y admiradas en todo el mundo”. 

Esta y muchas otras historias sorprendentes sobre la historia gallega, narrada a través de sus vinos, son el objeto de “La maravillosa historia del vino en Galicia”, un libro en gran formato a todo color, con más de 200 ilustraciones y reproducciones de documentos y fotografías inéditas que presentará el propio Congil, que además de periodista -entre otros medios estuvo un tiempo  en Atlántico- y divulgador del vino. 

El autor impartió los módulos de Historia del Vino en Galicia en el Máster de Enología de la Universidad de Vigo, y es autor de numerosos artículos y publicaciones sobre la viticultura en Galicia. El libro será presentado en una conferencia en el Museo de la Cidade da Cultura de Santiago, a las 18,30 del próximo miércoles.

La “diplomacia del vino” gallego del conde de Gondomar en Inglaterra


Uno de los ejemplos más significativos de la penetración de los vinos gallegos en Europa es el que protagonizaron la Casa Real británica y el I conde de Gondomar, Diego Sarmiento de Acuña, una verdadera “diplomacia del vino”, explica Luis Congil. Según documento que custodia la Biblioteca Nacional Española, y que reproduce “La maravillosa historia del vino en Galicia”, la corte del rey inglés Jacobo I tenía a los vinos del actual territorio de las Rías Baixas entre sus favoritos, gracias a las frecuentes remesas que transportaba el embajador español, el conde de Gondomar. Diego Sarmiento de Acuña fletó flotas enteras cargadas de vino de sus posesiones del Val Miñor, Salvaterra y Soutomaior además de vinos del Ribeiro, y reconoció introducir en Inglaterra “hasta 30 toneles al año”. Con los caldos gallegos, el de Gondomar articuló una verdadera “diplomacia del vino”, destinada a incrementar su influencia sobre el monarca inglés frenar el poder de sir Thomas Raleigh (introductor de la patata y del tabaco de América). Y ganó la batalla: el otrora favorito de la reina Isabel I acabó ejecutado. Pero no fue el único personaje histórico en disfrutar de los vinos que Gondomar regalaba profusamente en la corte británica (los más finos, posiblemente, tostados del Ribeiro) “en cubetas de plata dorada” -según escribe el propio Diego Sarmiento de Acuña en una misiva-. 

El Chanceller Mayor del Reino, mano derecha de Jacobo I y padre del método científico moderno, sir Francis Bacon, también fue objeto de los regalos del conde de Gondomar en forma de vino gallego, y de hecho, mantuvo con él una gran amistad. 

Francis Bacon correspondió a esa amistad forjada a base de vino gallego regalándole un ejemplar del Atlas de Saxton de 1579, la primera representación moderna de Inglaterra, una verdadera joya cartográfica. Es muy probable que estos vinos, especialmente los tostados, fueran consumidos por el rey y por Francis Bacon a cucharadas, una excentricidad que se había extendido por la corte durante esa época precisa. 

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