Sara Rocha (Lisboa, 1980) realizó su tesis de doctorado codirigida por el catedrático vigués David Posada entre 2005 y 2009 y se incorporó al Laboratorio de Filogenómica de la UVigo en el año 2011.
Desde este se centro se sumó hace unos meses a un estudio internacional que trata de secuenciar el genoma del calamar gigante (Architeutis dux) y que coordina la investigadora portuguesa Rute Fonseca de la Universidad de Copenhague. En este trabajo participó también unos meses la bióloga portuguesa Alvarina Couto.
¿Por qué es tan importante secuenciar el genoma del calamar gigante?
Saber el genoma de un organismo nos lleva a conocerlo un poco mejor. Es como una especie de manual de instrucciones que nos permite descubrir similitudes y diferencias al compararlo con otros organismos, y aprender sobre ello.
¿Fue difícil tener muestras?
Hay muy pocos ejemplares de calamar gigante y no se ha capturado ninguno vivo. Los que se pudieron recoger son ejemplares muertos con tejidos putrefactos de los que nos costó mucho obtener buenas muestras para hacer su genoma. Esa es la principal dificultad.
¿Cómo entró en este proyecto internacional?
Fue un poco fortuito. Conozco a la doctora que coordina el proyecto, trabajamos en cosas parecidas y me planteó colaborar a mí y a Alvarina Couto. Sabía que tenía los conocimientos y recursos bioinformáticos para procesar la enorme cantidad de datos que implican algunos análisis. Empezamos a hacer alineamientos de genes. Con secuencias de genoma tienes trozos más grandes y los puedes comparar con los de otros organismos. Se trata de ordenar bien las piezas del puzzle. Es como si tienes frases sueltas y las tienes que poner juntas para que se puedan leer bien.
¿Necesitó equipos especiales?
Se necesitan ordenadores muy potentes. para poder hacer esto. Nosotros trabajamos con el Centro de Supercomputación de Galicia (Cesga), que es el que nos ha permitido hacer todo esto.
¿Por qué es tan importante secuenciar el genoma del calamar gigante?
Saber el genoma de un organismo nos lleva a conocerlo un poco mejor. Es como una especie de manual de instrucciones que nos permite descubrir similitudes y diferencias al compararlo con otros organismos, y aprender sobre ello.
¿Fue difícil tener muestras?
Hay muy pocos ejemplares de calamar gigante y no se ha capturado ninguno vivo. Los que se pudieron recoger son ejemplares muertos con tejidos putrefactos de los que nos costó mucho obtener buenas muestras para hacer su genoma. Esa es la principal dificultad.
¿Cómo entró en este proyecto internacional?
Fue un poco fortuito. Conozco a la doctora que coordina el proyecto, trabajamos en cosas parecidas y me planteó colaborar a mí y a Alvarina Couto. Sabía que tenía los conocimientos y recursos bioinformáticos para procesar la enorme cantidad de datos que implican algunos análisis. Empezamos a hacer alineamientos de genes. Con secuencias de genoma tienes trozos más grandes y los puedes comparar con los de otros organismos. Se trata de ordenar bien las piezas del puzzle. Es como si tienes frases sueltas y las tienes que poner juntas para que se puedan leer bien.
¿Necesitó equipos especiales?
Se necesitan ordenadores muy potentes. para poder hacer esto. Nosotros trabajamos con el Centro de Supercomputación de Galicia (Cesga), que es el que nos ha permitido hacer todo esto.
