Con 13 años de edad, Gigi, como la apodaban sus amigos y familiares, ya se proclamaba como la mejor heredera de su padre. El baloncesto era su gran pasión y jugaba en las Mambas Ballers, de la Mamba Academy, propiedad de su padre y a donde se dirigían antes del accidente.
Todos consideraban que la joven tenía un impresionante talento, destacando que era muy buena en los lanzamientos y que tenía mucha capacidad de dribbling. Esta pasión era un claro reflejo en sus redes sociales, donde solía compartir muchísimas fotos en la cancha y con su padre, al que estaba muy unida y por el que sentía verdadera devoción.
En una de sus últimas entrevistas, el jugador de la NBA comentaba sobre su hija: "Lo que me gusta de Gigi es su curiosidad por el baloncesto, está interesada en todo", destacando que: "En situaciones complejas durante un partido, tiene esta rara habilidad de analizar lo que está sucediendo y saber hacer lo correcto".
Gianna aspiraba a jugar en el equipo de la Universidad de Connecticut, una de las mas prestigiosas en liga femenina y sin duda tenía un objetivo claro: seguir los pasos de su padre.