baixo miño

Hotel de cuatro estrellas y una residencia singular

Uno de los pasillos apuntalados, aunque ya algo reformados.
photo_camera Uno de los pasillos apuntalados, aunque ya algo reformados.

El proyecto de desarrollo del entorno prevé 18 millones de gasto

 ¿Qué quiere hacer la propietaria? Lo explica Juan Martínez: un hotel de cuatro estrellas con 74 habitaciones que incluiría el consabido spa y otros servicios y que pueda utilizarse para convenciones o para dar cursos intensivos de idiomas en los meses más flojos. A su lado, en los terrenos anexos, una residencia para “jubilados útiles” para 180 plazas, que aparecer se trata de una fórmula de éxito en Europa, y que incluye enfermería, ejercicio y la posibilidad de realizar excursiones y visitas. El entorno es espectacular y en el propio municipio no dejan de aparecer inscripciones megalíticas.
De momento, el monasterio aguanta mal que bien  gracias a su sólida construcción. Dentro, destacan como elementos más llamativos un doble claustro de oraciones que incluye una pieza mil veces fotografiada, la de una fuente con cabezas de caballos que se quedó a medio instalar porque al entonces dueño se le acabó el dinero o decidió marcharse. Fuera, otro claustro, el de trabajo, al que le falta un ala que sería levantada por la propiedad, cuando logren los permisos.
En otras zonas del interior, muchas casi derruidas, se pueden encontrar sorpresas como el refectorio –el comedor- del siglo XVI, que cuenta con una sonoridad espectacular gracias a su bóveda pétrea. El efecto del eco resulta brutal y ya de por sí resultaría un atractivo para miles de personas al año.
En otra zona, en la pared se pueden ver todavía hoy los nombres de hombres que fueron apresados durante la Guerra Civil y que además de dejar constancia de su estancia también hacía un calendario sobre el muro para no perder la noción del tiempo. Robinsones en el interior del monasterio: unos 3.000 pasaron forzosamente por las celdas de los frailes. n

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