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El tenista que nunca duerme

El tenista balear estaba visiblemente emocionado tras conseguir llevarse de Flushing Meadows su cuarto título del US Open.
photo_camera El tenista balear estaba visiblemente emocionado tras conseguir llevarse de Flushing Meadows su cuarto título del US Open.
Rafa Nadal superó a Daniil Medvedev para levantar su cuarto US Open en un partido en el que despertó a tiempo
Igual que Frank Sinatra en su mítica canción, Rafa Nadal se despertó en la madrugada del domingo al lunes en la ciudad que nunca duerme. Lo hizo justo a tiempo. Para evitar una hecatombe que llevaba siete décadas sin suceder: levantar un 2-0 en una final de Grand Slam. Daniil Medvedev estuvo a punto de hacerlo. Se rehízo al 7-5 del primer set y al 6-3 del segundo a favor del balear e  igualó el choque con un 5-7 y un 4-6 en el tercero y el cuarto, respectivamente. Incluso tuvo una bola de break con 1-0 en el quinto para tomar una ventaja que podría haber sido letal. Fue entonces cuando Nadal despertó, imbuido del espíritu neoyorkino, para adjudicarse su cuarto US Open y su décimo noveno Grand Slam.
Todo en una nueva lección de lectura de partido y de cambio de rumbo para regresar a la senda de la victoria. Medvedev se ciñó de nuevo a su plan de partido en el tercer set tras perder los dos primeros y tomó más riesgos. Acertó. Podría pensarse que el ruso, a sus 23 años y en su primera final de un grande, reaccionó en el canto del cisne propio del que no tiene nada que perder. No fue así. La granítica mentalidad de Medvedev, de largo la mejor de la nueva generación del tenis mundial, es lo que le llevó a persistir. Eso y su fantástico revés, un arma con tanta precisión como potencia. Desde ahí comenzó a repartir juego de lado a lado y a superar a un Nadal que, si bien parecía haberse tomado un respiro en la tercera manga, se vio abocada a la quinta sin saber muy bien cómo. Un prodigioso resto del moscovita canjeaba su bola de break para apuntarse el cuarto parcial.
Era el momento de la verdad en un duelo que se encaminaba a las cinco horas. Y tras superar esa bola de break en contra, Nadal volvió a la vida. Con 2-2, encadenó tres juegos consecutivos, dos de ellos al resto. Parecía hecho. Su cambio de guión, con el juego cortado sobre la derecha de Medvedev -su peor golpe-, unido a una mejor lectura de las sorprendentes subidas del ruso a la red -pocas veces lo hizo en el torneo- habían volteado el choque. Pero esta vez sí, el tenista de Moscú se agarró y a la desesperada, con una penalización por tiempo en el saque para el balear incluida, se recuperó. Tuvo incluso una bola para el 5-5. Pero Nadal robó el mote de Nueva York para ganar el título como el tenista que nunca duerme. n

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