¡oh, el amor!

El amor como suprema razón es la afirmación que pone en el tapete uno de los abogados del equipo multidisciplinar que lleva la defensa de la infanta Cristina. Según tan original y estimulante teoría forense, el único 'fallo' imputable a la imputada es, sencillamente, seguir enamorada como una colegiala de su legítimo, el señor Urdangarin.

Sabemos que el amor es ciego, pero fiarse de un señor que se hizo el sordo para esquivar sus deberes militares, es algo fuerte, sobre todo si luego resulta que el interfecto es campeón de balonmano, deporte cuya ejecución impediría la sordera alegada. Y admitida.

También es harto difícil de comprender cómo una persona enamorada hasta el tuétano, y más si es infanta de España, se pone de acuerdo con su media naranja para contratar a residentes ilegales como sirvientes y pagarles en dinero negro. Claro que estas cositas que cuenta cierta prensa con afán de malmeter, sin duda, son difíciles de concordar con ese prístino amor apasionado que el abogado alega.

En fin, que antes de poco veremos en qué termina este serial digno de los mejores redactados por el insigne e inolvidable Guillermo Sautier Casaseca, que hizo lagrimear a legiones de mujeres allá por los años cincuenta del pasado siglo. Y es que la historia siempre deviene en farsa, tal y como dijo alguien muy listo. O al revés, que vaya usted a saber.

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