Opinión

Te reviento

Tengo un gran amigo de los tiempos de instituto que cuando no le quedaban argumentos -e incluso antes muchas veces- terminaba discusiones con un abrupto “te reviento”. No lo decía de modo literal ni en serio y en la mayoría de las ocasiones sonreía dos segundos después de proferir la amenaza, lo que solía ser un alivio para el interlocutor. Con un insuperable sentido del humor, adoptaba sin embargo una actitud y expresión similar a la del gran –grande- Bud Spencer, un rictus serio y una presencia inquietante y amenazadora. 

Hoy mi amigo sigue siendo un pedazo de pan, pero no ha perdido la capacidad de poner punto y final a una disputa o situación desfavorecedora con una respuesta inteligente, directa y cortante, a veces rayando lo malsonante. Aunque esta característica de su personalidad era un mecanismo de defensa automático que le protegía en no pocas ocasiones, lo cierto es que también provocaba que algunas personas se sintieran incómodas a la hora de tratar con él y le evitaran en la medida de lo posible. Esto le ha generado inconvenientes en sus relaciones personales, pero por fortuna el tiempo y la edad como consecuencia han modulado y perfeccionado esta virtud que yo no puedo llevar a su nivel ni en los momentos de mayor enojo, a mi pesar.

A Irene Montero le pasa algo parecido a lo que le sucede a mi amigo, de un tiempo a esta parte. La posición  incómoda que tiene en el Gabinete de Sánchez, donde habrá tenido que tragar más de un sapo y las dificultades para sacar adelante las iniciativas que abandera desde el Ministerio de Igualdad parecen haberle agriado el carácter. No se la ve feliz ni con ilusión en la defensa de sus argumentaciones y en sus intervenciones se muestra airada y con cierta amargura que seguramente está justificada en la incomprensión que entiende no se merece y en el agotamiento y el desgaste de la labor de gobierno y legislativa. Y aún así,  en los momentos más amargos, ella está muy lejos del “te reviento”, del exabrupto, del insulto repulsivo y la falta absoluta de respeto.

Y sin embargo, mientras quien transita por las mayores dificultades y tiene su espíritu ceñudo no abandona la contención, parece contradictorio encontrarse con ¿políticos? felices como José María Saiz, alcalde Popular y populoso de Villar de Cañas por siete legislaturas que encuentra gracioso y digno de airear decir que “Irene Montero hincó las rodillas y… Ministra” y que “tiene la boca llena de llagas de chupársela al coletas”. A mis dedos les ha costado obedecer al cerebro para transcribir esta basura, pero lo hacen porque saben que es importante que se hagan una idea exacta del alcance del asunto. Sus manifestaciones le retratan mejor que cualquier otra cosa y su postura inicial fue la de no retractarse cuando se hicieron públicas, yo creo que porque las enmarca dentro de la normalidad de su actuación diaria y también porque su intelecto no alcanzó a imaginar la repercusión de unas manifestaciones asquerosas que no se hubiera atrevido a decir ni el mismísimo Torrente. 

Así que en las últimas horas se ha disculpado y ha enmarcado sus palabras en “la crispación y el malestar social y político” así como por la frustración personal que siente por las nulas expectativas e inversiones en su municipio, que le llevaron a realizar esas “desafortunadas valoraciones”. No hay nada de valoración en lo que dijo, sino pura babosada que demuestra una inteligencia emocional nula y una evidente incapacidad para ocupar un puesto público, representar a sus conciudadanos y defender los derechos y libertades de nadie. La condena de los partidos políticos ha sido unánime, ¿quién se atrevería siquiera a justificar esta grosería? El líder del Partido Popular se ha desmarcado del alcalde afirmando rotundamente que no aceptará ataques a la dignidad de las mujeres bajo las siglas del PP y actuará de inmediato abriendo un expediente informativo. Su rigor y severidad se diluye en la templanza de la medida adoptada. Me parece que poco hay que informar aquí, a no ser que sea noticia que el alcalde, electo por desgracia, dimita y abandone la política. A veces la contención debería dejar paso a un figurado “te reviento”, en el sentido de tomar decisiones cauterizadoras y valientes. Y luego una sonrisa.

Te puede interesar