Opinión

Cuatro cosas, pocas buenas

Igual que el niño pequeño que cuando toca coger los juguetes en la escuela infantil toma a manos llenas los que puede y siempre los mejores, y los protege con actitud firme y violenta al grito de ¡mío!, el pequeño Vladimir firma la anexión de los terrenos ucranianos ocupados, y unos pocos más seguramente. Míos, ha dicho eufórico Putin mientras firmaba los tratados de anexión con los líderes separatistas de las regiones ocupadas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia. En las fotografías que se han hecho públicas por los medios se puede ver al presidente y sus amigos con los brazos en alto y profiriendo temerosos vítores a Rusia, con una media sonrisa y mirando de reojo al Zar ruso, más peligroso que un clavo en un tobogán. 
Cara de estreñido y también de víctima, la que tiene desde un tiempo a esta parte Jorge Vilda, seleccionador nacional de fútbol femenino que afirma con orgullo que nunca se planteó dimitir a pesar de las críticas de gran parte de la plantilla que han supuesto prescindir de quince futbolistas descontentas con su gestión, que declinaron ser convocadas y a las que se suman otras bajas como mínimo por cuadros de malestar general. Normal, a las jugadoras les dolerá todo, hasta las puntas del cabello teniendo en cuenta la actitud inaceptable de quien piensa refrendada su gestión por el apoyo que le confiere su familia, sus amigos y compañeros, todos los seleccionadores de las categorías masculinas, e incluso gente que no conoce por la calle. El equipo es lo de menos, se le requiere rendimiento, actitud, acatamiento y silencio. Pero el respeto y el cariño no se puede pedir, porque hay que ganárselo, especialmente con el ejemplo. Y nadie en una situación semejante a la del seleccionador puede sentirse orgulloso, sino todo lo contrario, y dar un paso atrás para ver con perspectiva que estas cosas nunca van a mejor y que cuando llega el momento hay que ser valiente para no ser, además, ridículo. 
Ridículo, grotesco, peripatético -aunque crónica anunciada- es en grado sumo que Junts decida en una semana si rompe el gobierno con ERC. El cese del vicepresidente de la Generalitat por Pere Aragonés ha supuesto la certificación de la ruptura del pacto de Gobierno catalán. Aún así, Junts no descarta seguir negociando con un límite máximo de setenta y dos horas de las que pende la gobernabilidad de Cataluña. Es como el novio plantado al que tienen ya de puerta afuera y golpea con los nudillos para amenazar con marcharse, con la diferencia de que dentro del cuarto no queda la novia feliz con otro amante, sino desquiciada y con la casa hecha unos zorros.
Hablando de novias, una de las más queridas o destacadas en política es sin duda Isabel Díaz Ayuso, que junto a Moreno Bonilla -y puede que incluso más presidentes autonómicos a estas alturas- recurrirán el impuesto a los ricos si invaden sus competencias constitucionales. No seré yo quien cuestione la defensa del régimen competencial del Estado de las Autonomías, que Santa Rita Rita, lo que se da no se quita. Pero lo cachondo de la noticia es la brillante idea de asumir el papel de un Robin Hood a la inversa, que defiende a los ricos para mirar con altivez a los pobres desde el caballo, a esa clase media y trabajadora que pertenece a Sánchez y a su gobierno de izquierdas. Razón tiene Feijóo, que acusa al gobierno de plantear populismo fiscal y de olvidarse de las clases medias. No de las medias trabajadoras, ojo, esas las defiende el PSOE, igual que las bajas. Está bien que el líder popular enarbole la defensa de esas grandes olvidadas que son las rentas medias/medias a las que hay que crujir para ayudar a las medias/bajas, teniendo en cuenta que a los ricos ni tocarlos, o sólo de refilón. 
Pero no todo es malo ni penoso para siempre. Veinticuatro años después de que unos jóvenes americanos alucinados con la película de Armageddon hubieran flipado una vez más con Bruce Willis, la NASA ha conseguido impactar un satélite espacial contra un asteroide. La misión DART fue todo un éxito por lo que al alcance milimetrado de la nevera espacial contra Dimorphos se trata. Las matemáticas y la tecnología no han fallado, otra cosa es lograr el objetivo de desviar la trayectoria de cualquier cuerpo espacial que pudiera impactar contra la Tierra y acabar con cualquier controversia que estuviese pendiente. Esperemos tener la oportunidad de conseguirlo si sucede y que para para cuando un asteroide decida acercarse por aquí no queden simplemente unos millones de cucarachas y las matemáticas por descubrir. 

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