Opinión

Desmemoria histórica

¿Se refuerza la memoria histórica eliminando sus símbolos? Aclaremos previamente un par de cosas. En un Estado de Derecho, las sentencias han de ser acatadas, pero ello no implica el respeto hacia su contenido, ya que respetar es otra cosa, mas subjetiva y relacionada con el bien hacer, la consideración y la admiración hacia quien la emite. Por otra parte, la democracia es por definición la consideración hacia las opiniones en libertad de los ciudadanos, sin mas imposiciones que las necesarias para que nadie pueda coartar nuestras libertades. 
Dicho esto, no podemos olvidar que España sostuvo hace tres cuartos de siglo una guerra fratricida, en la que sus dos mitades se enfrentaron a muerte en defensa de dos formas muy distintas de entenderla, y que en ello mostraron similares actos de salvajismo tanto unos como otros, de manera que la constante histórica de represaliar el vencedor al vencido, volvió a cumplirse esta vez desde los azules hacia los rojos, al igual que se hubiera producido, de rojos a azules, de haber cambiado las tornas.
Entrar en más consideraciones requeriría de mayores espacios, pero algo si conviene aclarar al caso. La revuelta militar se apoyó en un principio en el partido fascista español, la Falange, y en el poder mas fuerte y asentado del país, la Iglesia, masacrada anteriormente por la izquierda republicana, en venganza por entreguismo a sus opresores. Terminada la guerra, el apoyo en la Falange, cada vez menor, finalizó casi en su totalidad con la caída de los fascismos europeos, apoyándose la España franquista en su camino hacia la consideración del resto de los Estados, casi exclusivamente en la Iglesia, quien habría de ayudar intensamente en la depuración posterior a la victoria de la “cruzada por Dios y por España”, iniciada por el dictador, con delaciones generalizadas, ampliamente documentadas por la mayoría de los historiadores en sus publicaciones sobre el particular, y a quien se había de encomendar el grueso de la “enseñanza” hacia las generaciones de posguerra, y el mantenimiento de la idolatría antes combatida desde la república, consiguiendo con ello perpetuar una forma de religión muy primitiva, donde cada uno busca ser devoto, por encima de todo y de mayores profundidades, de algún cristo, alguna virgen, o del más pintoresco santo milagreiro al que adorar.
Es cierto que la Iglesia, ya muy posteriormente al fin de la guerra, se ha ido desmarcando de su apoyo a la dictadura (siempre ha jugado a caballo ganador) y hoy juega del lado de la democracia, e incluso se permite condenar la España franquista que ayudó a consolidar (Franco, muy católico, iba bajo palio), aunque su forma política y mundana de Estado (el Vaticano), sea el último bastión de la dictadura en Europa, sin el menor asomo de organización democrática y en el que la discriminación de la mujer sigue en vanguardia de lo mas caduco de la historia, relegada a funciones de asistencia menor, sin la más mínima opción a mayores protagonismos.
Así las cosas (memoria histórica), pretender que la cruz fue simplemente un símbolo del franquismo, y haciéndolo, dejar al margen de ello a la Iglesia, para finalmente y por ello derribar su símbolo determinante, por respeto hacia quienes se sienten dolidos por lo que representa políticamente, condenando ahora a muchos mas ciudadanos a sentirse dolidos por el derribo de su principal símbolo, me parece una memez de tal calibre que, volviendo al principio, habrá que acatar, pero de ahí a mostrar respeto por tal bobada, hay un mundo.
He visitado la mayor parte de los museos del Holocausto existente, donde precisamente, no se esconden, sino que se muestran todas las barbaridades cometidas por los hitlerianos, al igual que en la antigua Leningrado el “museo de las religiones y el ateismo”, en la que se mostraban, con todo lujo de detalles, las bestialidades cometidas a lo largo de la historia en nombre de las religiones, donde por cierto, “la nuestra” se llevaba la palma. En todos esos museos, la filosofía era precisamente la contraria a la que propone el juez de turno, la de mostrar al mundo que la memoria histórica no puede perderse, pero que su conservación ha de venir acompañada de exposiciones fidedignas y de información real e imparcial de lo sucedido, pues finalmente será nuestra libertad y nuestra razón, como ciudadanos responsables, la que acabará poniendo las cosas en su sitio. 
La solución no es el derribo, no lo ha sido nunca, ni derribar budas, ni mezquitas, ni sinagogas, ni iglesias, ni siquiera sus símbolos, aunque no estemos de acuerdo con sus planteamientos, pues ello en la mayor parte de los casos nos igualaría a sus históricas intolerancias y con ello poco habríamos avanzado en el respeto y la consideración hacia nuestra condición de ciudadanos libres, de nuestras ideas y de la libertad para exponerlas y contrastarlas en tolerancia.
¿Sería la misma la sentencia si la cruz tuviera un cristo grabada en ella? ¿Veríamos a ese cristo rodar desde el Castro hacia nuestro Ayuntamiento por la sentencia de un juez?, ¿Habrá que demoler también la cruz del Valle de los Caídos, con mucha mas razón que la del Castro vigués?.

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