Opinión

Ay, los gananciales...

Cada can que lamba o seu carallo, e quen vai o rio molla o cu”. Así que si hay que ir al rio, es preciso mojarse, o arrimarse, o arrejuntarse, o emparejarse, o simplemente casarse, que hoy por hoy y a efectos legales, viene a ser lo mismo, pero ¡ojo!, aviso a navegantes: cuidado con los desniveles crematísticos de inicio, ya que si todo se va al carallo, te pueden condenar a la cadena perpetua de soportar la “compensación” hasta el final de tus días, haya o no descendencia y lo hagas por cualquiera de los sistemas que elijas. La única cadena perpetua que queda en la “justicia” española, y ahí, los picapleitos van a saco.
No obstante, catalanes y baleares (hecho diferencial), cuando de ajenas lamidas se trata, de tiempo atrás, lo afrontan sin mezcla alguna de bienes materiales (la pela es la pela). En el resto de España, si ambos guardan silencio sobre el particular, se les supone cazados ambos, para bien o para mal (siempre bien para uno y mal para otro) en la trama de lo que llamamos “gananciales”, o lo que es lo mismo: lo que se genere a partir de ahora es de ambos al 50%, lo genere quien lo genere, y cuando esto se vaya al carallo, cada can a lamber o seu, pero con la mitad del peto y el premio, o la condena perpetua que resulte, por haber iniciado la sociedad desde un desequilibrio económico. (arcaico planteamiento machista del siglo XIX, aun vigente, que perjudica generalmente al hombre, y con el que el feminismo residual, aprovecha y calla mirando a Cuenca).
Así las cosas, cada vez son más las sociedades de este tipo en las que ambos aportan cantidades similares y administran el capital de forma consciente, solidaria y transparente, no obstante, aun predomina la sociedad en la que solo uno aporta la totalidad de lo económico, o la casi totalidad, y el otro aporta otro tipo de necesidades de otro orden, o simplemente vegeta. En estos casos suelen darse también distintos tipos de variantes, desde el control absoluto de lo económico por ambos socios, a solamente por el que aporta, o por el que recibe y en menor proporción por parte de ninguno.
El problema suele presentarse cuando el “control” reside únicamente en el que aporta y la otra parte ni se entera de nada, ni quiere enterarse, aunque cuando todo se vaya al carallo, suele ser a la parte vegetal, a quien mas le interesan todo tipo de controles. El asunto pudiera tener un pase en el caso de que la parte que ni aporta ni se entera, fuese un paleto o paleta de tomo y lomo, que también ocurre con excesiva frecuencia, y aquí lo de las clases sociales y la formación, habitualmente, no influye demasiado.
Lo que no tiene pase alguno y supone un fraude de ley como la copa de un pino, es alegar no enterarse de nada, cuando conoces la profesión, la actividad y los ingresos oficiales del cónyuge y, siendo así, aquello hincha exponencialmente y las remesas de entradas de material parecen no tener fin (Cachuli, Urdanga, Pujol, etc.), de manera que en lugar de mostrar interés por ello y curiosidad por tales filigranas, te entregas a sus rentas y fantasías, con la fe del cristiano al uso, al que, aunque la ciencia lo ponga todo patas arriba, le traen al pairo los orígenes reales de todos los supuestos milagros.
La infanta, la ministra, la consorte del alcalde, etc., todas tontas y creyendo que era la divina providencia la que surtía del maná a sus maromos. La última de la lista mediática, casada en gananciales, llega a casa y se encuentra un jaguar (no un abrigo de…) en el garaje, que legalmente le pertenece al 50%, y, ¿no hace preguntas?. O sabía muy bien de que iba el asunto y le parecía de normal choriceo, o francamente, cuesta entenderlo. Por otra parte, si quieres controlar el negocio, y como participe de la sociedad de gananciales no estas de acuerdo con la  procedencia del felino rodado en cuestión, ¿qué haces?, ¿te separas?, ¿lo denuncias?, ¿le  obligas a devolverlo y a rezar unos padrenuestros en arrepentimiento?.
Siempre he pensado que la vida particular de cada uno es algo en lo que no hay que profundizar desde corral ajeno, pero en este caso quizá aclare algo el asunto. Parece ser que la opusina pareja, no está divorciada (pecado), sino simplemente separada. ¿Ha habido separación de bienes?, ¿De quien es el jaguar?, ¿Qué compensaciones hubo por el 50% del aparato?, ¿Se separaron por el inquilino del garaje y demás prebendas?, ¿la separación fue ajena a problemas de conciencia en la interfecta por el choriceo marital?, ¿No permitía ya la bendita pureza de la ministra tales desmanes?. En fin, que en este caso, el conocer tales asuntos puede ser, no solo un agravante o atenuante en lo del ex, sino incluso una eximente si la causa de la no convivencia marital se debe a la supuesta ética de la ya ex ministra, a la que por tanto, y como tal, todos los españoles sostendremos económicamente hasta su último aliento (otra cadena perpetua).
Por otra parte, lo de la infanta, no es ya de juzgado de guardia, pues ya pasó esa etapa, lo que es de juzgado de guardia es que la mujer del socio se pase las tardes en el trullo rascándose el moño y la consorte del duque empalmado también, pero al aire libre. Al menos la Pantoja (según dice) mantenía al Cachuli, una vez que la ex de este dejara de chupar del bote, y hoy también se rasque el moño entre rejas.
Ay, los gananciales…  

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