Opinión

LA ILUSIÓN DE CREERSE LIBRES

En la tarde del viernes tomé de la biblioteca con ánimo de releerlo uno de mis libros favoritos: 'Conversaciones' de E.M. Cioran, el filosofo rumano calificado por su acidez de juicio como el patriarca del nihilismo.El libro recoge, como indica su titulo, conversaciones celebradas entre el rumano y diversas personalidades. Todas ellas son altamente interesantes y se concuerde o disienta con su autor, las reflexiones que provoca son extremadamente útiles. Y no todo es, ni mucho menos acidez. Por ejemplo su concepto, su idea de la música, algo que ha formado parte esencial -y espero que siga en el mismo lugar- de mi vida. Cioran llega a decir que 'Sin la música la vida carece de sentido. En apariencia no es visible pero toca a algo que te emociona profundamente'. Confieso que cuando leí esta frase en boca de ese hombre me sentí sorprendido y casi diría que fascinado porque la fascinación deriva en gran medida de la capacidad de generar asombro en tu interior.


La Música formaba parte esencial de la enseñanzas Pitagóricas de la Escuela de Samos. Dicen que fue el inventor del monocordio, un instrumento de una sola cuerda capaz de generar notas en función de la longitud de la cuerda. Pero, con independencia incluso de que la música para los pitagóricos tuviera una dimensión ética y hasta medicinal, algo que hoy en día es relativamente frecuente, lo cierto y verdad es que esa dimensión del sonido armónico no esperaba encontrar, al menos no con semejante fuerza, en un hombre como Cioran capaz de escribir que la Historia es el relato pormenorizado de la iniquidad humana, en lo que, con ciertos matices, también concuerdo. Y digo matices en el sentido de que al lado de una generalizada iniquidad del individuo, aparecen en ocasiones muestras de grandeza tan espectaculares que te permiten reconciliarte con la especie.


Pues bien en su conversación con Branka Bogavac Le Compte, Cioran sostiene 'Intenta ser libre y te morirás de hambre. La sociedad solo te tolera si eres sucesivamente servil y despótico; es una cárcel sin guardianes, pero de la que no puedes evadirte sin perecer'. Y desgraciadamente mi experiencia vital confirma la sentencia del filósofo rumano. Y puede parece un contrasentido que sostenga la inexistencia real de la libertad, o, mejor dicho, el que sea la propia sociedad la que no tolera a individuos verdaderamente libres, cuando se nos llena la boca con esa palabra, que proclamamos y repetimos hasta la saciedad, casi tanto como otro de los vocablos mas manidos y al mismo tiempo negados: democracia.


Durante los años de la Dictadura la obsesión era -se decía- recuperar las libertades perdidas. Nací en el 1948, así que 27 años de mi vida transcurrieron en ese régimen que desapareció con la Constitución de 1978. La gran aspiración era la libertad. Soy perfectamente consciente de que en aquellos años ciertas libertades estaban cortocircuitadas cuando no negadas de plano, pero la pregunta que me formulo es esta: ¿somos hoy un pueblo libre? Para ser libre hace falta ser individuo. ¿Somos individuos o súbditos de un Sistema que controla nuestras vidas? Yo, en mi experiencia, desde estudiante a Presidente de Banco, desde el poder financiero a las celdas carcelarias, he sentido la percepción de que nuestro vivir como colectivo se asemeja mucho mas, se encuadra con mayor precisión en el término súbdito que en el verdaderamente libre. Duele reconocerlo, pero decir lo contrario sería mentir. No digo que todo el mundo tenga esta percepción. Simplemente constato que es la mía.


El Sistema es la respuesta a la ilusión de la libertad. No disfrutamos de verdadera libertad sino de ilusión de ser libres. A muchos semejante estado les puede parecer suficiente, pero a mi, en estos momentos de mi vida, no me provoca emoción distinta al mero hecho de constatarlo. El poder organizado en Sistema cercena de facto la libertad real despojándola de su esencia y reconduciéndola a una suerte de hipnotismo generalizado capaz de inducir en los espíritus de gente preparada para ser súbdito la ilusión de creerse libres, cuando, en realidad, sus conductas se orientan y casi deciden por el propio sistema mediante los mecanismos, cada vez sofisticados, de inducir un modo de pensar y de comportarse.


El sistema de partidos provoca que el líder del dominante sea elegido, si o sí, Presidente del Gobierno. Las listas cerradas cercenan, si o sí, la libertad de voto y hasta de opinión de los parlamentarios. El Parlamento es un lugar en donde se 'aprueban' cosas que se deciden fuera del hemiciclo. Y como El Gobierno controla el poder judicial, ¿acaso exagero cuando hablo de la ilusión de la libertad? Días atrás el Presidente del Gobierno tuvo que decir en el Parlamento que su partido jamás se financió de manera diferente a la estrictamente legal. Es obvio que todo el mundo sabia que semejante cosa no se parece en nada a la realidad, y no del PP sino de todos o casi todos. Pero había que decirlo. Y el espectáculo dantesco, en mi modesta opinión, fue ver a los parlamentarios puestos en pie aplaudiendo a rabiar semejantes palabras. En el fondo no eran libres para aplaudir o no. El Partido no tolera semejante libertad. Por eso no exagero cuando digo que mas que libertad disfrutamos de la ilusión de ser libres. Algunos lo sabemos a ciencia cierta


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