Opinión

Fin del rescate bancario, pero ¿hay Plan de España?

Unos días atrás, el Gobierno y sus terminales, que haberlas hailas y de variada textura, se encargaba de proclamar con aires de gloria una noticia: hemos alcanzado el final de la recesión mas potente de la que tenemos memoria. El fundamento para el victorioso aserto reside en que habíamos conseguido crecer un ¡0,1%! en un trimestre, lo que no es demasiado como fácilmente se puede suponer, y, lo que es peor, en el conjunto del año teníamos que asumir un crecimiento negativo del PIB en el entorno del -1,2%. Bien, pero lo cierto es que estadísticamente dejamos atrás —espero que por largo tiempo— la recesión. Otra cosa bien diferente es la crisis, como expliqué hace semanas en estas mismas páginas: recesión se va y crisis desgraciadamente continúa

Ahora le toca el turno al rescate bancario. Europa dice que la cosa ya está solucionada y la prensa española proclama, de nuevo con aires épicos, “el fin del rescate financiero español”. Y mas de uno leerá ese titular y supongo que como mucho se encogerá de hombros, como diciendo, “bien, pero y qué mas”. Lo comprendo. Ese lenguaje de tono oscurantista no contribuye a que los españoles entiendan lo que sucede a su alrededor. Y es que el fin del llamado rescate financiero nos obliga a decir algo sobre lo que hay detrás y lo que habrá por delante de ese término final.

Por detrás queda un desastre sin precedentes. Y no de un mero descalabro financiero sino político-financiero y conviene situar la primera palabra antes que la segunda. Y eso porque afecta sobre todo a las cajas de ahorro, que constituyen el grueso del sumidero por que se ha ido -a dónde es otra cosa- el dinero de los españoles. Y bien digo. Un poco para rememorar: los españoles pusimos de entrada la brutal cifra de 11.000 millones de euros. No era suficiente. Tuvimos que apelar a Europa y de ahí lo del “rescate”. Y desde la UE “pusieron” 42.000 millones adicionales. Total 53.000 millones de euros para tapar el desastre ocasionado por la gestión de esas entidades financieras, en las que la presencia de políticos ha resultado clave para entender el destrozo brutal. Como uno no se hace idea de determinadas magnitudes, y como quizás la cuestión Banesto se guarde en ciertas mentes, les diré que, imaginando que fuera cierta -que se demostró ser falsa- la cifra que en su día dieron como déficit de ese banco, unos 3.000 millones de euros, el descalabro que han organizado -y esta vez es totalmente cierto- equivale a casi veinte banestos juntos….¿Suficiente para comprenderlo?

El rescate consiste, por tanto, en que la UE nos ha prestado, y en condiciones muy favorables, el dinero para tapar semejante agujero. Lo malo es que hay que devolverlo. ¿Tenemos modo de recuperarlo? Pues en su inmensa mayoría la respuesta es un lamentable no. Por tanto: nosotros, los españoles, con cargo a nuestros impuestos y demás ingresos de nuestro Estado, o de lo que quede, tenemos que soportar semejante brutalidad debida a un gestión depredadora de ciertos políticos a los que, por el momento, ruidos aparte, parece no sucederles nada. Un caso sintomático es, sin duda, el de Narcís Serra, político, socialista, ex-vicepresidente del Gobierno, ex-espía de españoles desde el CESID, que ha depredado la Caixa de Cataluña Y también Caixa Galicia, un caos que por mucho que analizo no consigo entender cómo se ha podido producir. Y encima deja sin sucursal a jubilados de A Mezquita, Santigoso, Chaguazoso, Esculqeira, A Canda..porque no son rentables. ¡Por Dios!

Pues eso es lo que nos queda por detrás: un destrozo político financiero de pro-porciones inéditas en la historia y que seguramente se saldará con algo de ruido y muy pocas nueces, porque es el Sistema de poder que tenemos el que lo ha propiciado y consentido, y unos se cubren con los otros, como estamos viendo día a día y minuto a minuto, provocando la ruina de la imagen de la Justicia concebida -con exceso en muchos casos y acierto en otros- como una terminal del poder político y un instrumento al servicio de la impunidad del poder. La actuación del Fiscal “Anticorrupciòn” de Baleares, Horrach, en el caso de la Infanta es solo un episodio más.

Por delante nos queda antes que nada sufrir las consecuencias financieras y tener que pagar esa ingente cantidad de dinero, que ya no pueden seguir diciendo que no forma parte del déficit público, como insistían al comienzo, tratando de hacernos creer lo contrario. Y además de pagar hemos de admitir que esa ayuda financiera a los bancos ha coexistido con la sequía del crédito a las pymes que se encuentra detrás -al menos en parte significativa- del destrozo del sistema empresarial español de pequeñas y medianas empresas.

¿Y ya está? Pues no. Desgraciadamente no. Es verdad que están llegando capitales extranjeros en busca de gangas inmobiliarias sobre todo, es decir, en un ejercicio de especulación. Está bien, pero eso no equivale a decir que apuestan por el crecimiento inmediato de España. Este, el verdadero crecimiento, solo lo tendremos cuando recompongamos ese tejido empresarial descompuesto, y para eso necesitamos años, además de financiación bancaria, recorte de impuestos y cargas sociales, una reforma laboral mas profunda y acorde con la legislación europea, una nueva mentalidad en los sindicatos, un cambio de orientación de ciertas empresas, un análisis de sectores en los que podamos ser competitivos, una planificación global a medio y largo plazo, una definición de la verdadera agenda del sector público y continuar en la reducción de su consumo improductivo, una reordenación de la estructura territorial del Estado, una eliminación de los movimientos políticos secesionistas o desagregadores de todo corte, un integrar a los españoles en un proyecto común, una recuperación de la noción de proyecto colectivo, una integración de la sociedad civil en esta tarea de todos, es decir, y por resumir, lo que necesitamos es un plan de España y un plan o proyecto no solo elaborado por políticos sino contando con la participación activa de la sociedad española en cuanto tal. Lo malo, lo peor, es que carecemos de cauces adecuados y quizás de voluntad para ello. O eso parece, al menos

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