Opinión

Alemania silenciosa. España ruidosa

Que se alzara o no con la mayoría absoluta es sencillamente indiferente porque la victoria de Merkel ha sido tan rotunda, tan apabullante, tan descorazonadora para sus enemigos políticos que admite pocas contemplaciones. Ha arrasado. Punto y final. Ni siquiera les ha concedido espacio para esas bravatas de los perdedores que buscan donde sea y como sea algún argumento para decir que ellos también han conseguido la victoria, lo que en la mayoría de las ocasiones se traduce en un penoso ridículo. Conseguir la mayoría absoluta habría supuesto para la alemana un hito histórico adicional, pero de esas efemérides no vive un país, por mucho que estimulen y refocilen en ellas ciertos egos humanos de corte menor. Los analistas, entre sorprendidos y cabreados, de un costado, y contentos y sonrientes de otro -los menos, justo es decirlo- se dedican a elucubrar acerca de las coaliciones posibles, del por qué del destrozo de los liberales, a describir el escaso espacio ocupado por la llamada extrema derecha y los euroescépticos, es decir, a los análisis al uso común de todas y cada una de las elecciones, sean alemanas, españolas o de cualquier otra parte del mundo. Es difícil encontrar en esos casos algo que sea capaz de superar lo meramente epidérmico.

Pues esta vez lo localicé. El profesor Santiago González Varas es un magnifico conocedor de Alemania como país, del Derecho en general, del Derecho Administrativo en particular, y capaz de ejercer una actividad intelectual de altura. En su curriculum figura lo siguiente:Doctor en Derecho en Dresden. Becario Humboldt y becario Thyssen. Antiguo Lehrbeauftragter y asesor del Gobierno alemán. Por tanto, al menos sobre el papel dispone de títulos para contarnos una visión algo mas profunda de lo habitual sobre lo que sucede en Alemania. Y lo ha ejercitado en diario de anecdótica dirección en el que publica una columna de calidad denominada el triunfo de la Alemania silenciosa. Confieso que estas cosas me atraen, es decir, lo que se sale de la vulgaridad repetitiva de los análisis compuestos de rutina rellena de fecha del día . Y no me defraudó, porque no se centra en las cuestiones habituales sino en algo que me tiene bastante ocupado desde mis años de juventud, y ya han pasado sobre mi existencia unas cuantas lunas, tormentas, nieves, sequías, y otros accidentes propios de la climatología emocional. Me refiero, claro, a la galleguidad como categoría antropológica, cultural y hasta si se quiere espistemológia. Desgraciadamente murió cuando yo era un niño y por eso no tuve ocasión de conversar detenidamente con mi abuelo acerca del por qué de su cargo de Presidente de las Juventudes gallegas en Portugal. Pero intuyo que jamás habría concebido la galleguidad como un elemento excluyente al uso de algunos que basan su ser, su condición de gallegos, en no ser otro, sin darse cuenta de que esas diferenciaciones elevadas al plano superior provocan la sonrisa de los dioses del cosmos.

Bien, pero ¿qué dice el profesor? Pues esto:'Estamos ante una Alemania que, sinceramente, da envidia, al menos para un español que cree conocerla bien tras haber vivido allí casi cuatro años, donde he sido en dos ocasiones asesor del Gobierno alemán y donde me doctoré por segunda vez, entre otras cosas. ... Todo esto que nos ocurre, del énfasis de las nacionalidades y su periscopio puesto en su propio ombligo, tendría más lógica en Alemania, donde hubo estados independientes hasta no hace tanto y donde los niños llegaban a las escuelas hasta los años setenta sin saber casi hablar alemán estándar (Hochdeutsch). Pero hay una «Alemania silenciosa» que se va haciendo sin que nadie lo cuestione, democráticamente por supuesto, que va perdiendo el rubor, aquel incluso de los años ochenta, cuando a uno le decían: «No digas Deutschland, se dice la República Federal». Ahora se oye Deutschland hasta en la sopa como las banderas alemanas (silenciosa y democráticamente) pero ahí están, igual que se habla ya sólo alemán; esto es objetivamente el Estado federal, de base de estados independientes.”

Bueno pues Merkel gana abrumadoramente porque dentro del contexto de Europa manda y va bien como nación. Ya sé que hay millones de alemanes que no llegan a ganar los 700 euros al mes. Pero ¿alguien duda de que su economía es la mas potente y que su mando sobre las finanzas y las decisiones políticas de los “europeos del sur” es rotundo?. Pues si lo duda es que tiene una información de la realidad política entre endeble y sonámbula. ¿Y por qué gana? Pues entre otras cosas porque en Alemania existe un proyecto de Estado nacional, de nación alemana, al margen, claro, de los viejos federalismos que los alemanes han decidido situar en su justo plano. Es decir, en Alemania está gestándose la nación alemana con enorme fuerza y quien gana la batalla es la Alemania silenciosa.

¿Y aquí, en estas tierras nuestras, en la vieja Hispania de siempre? ¿Estamos construyendo en la dirección de Alemania o mas bien en la opuesta? ¿Triunfa aquí la España silenciosa o la NO-España ruidosa? Pues yo lo tengo claro. Siempre he dicho que sin un proyecto de nación no se sale. Y a lo peor no me equivoco demasiado

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