Opinión

Dos en el aire

El fracaso cosechado por el equipo dirigente de la comunidad de Madrid cuyo tribunal superior acaba de paralizar el plan de privatización hospitalaria de varios de los establecimientos que le corresponde gestionar no sólo ha puesto de manifiesto que los colectivos sanitarios tenían razón en sus peticiones sino que no es aconsejable gobernar en contra de la opinión de la calle a la que es muy beneficioso escuchar aunque sea de tanto en cuanto. Madrid, comunidad gobernada por el PP desde unos cuantos años, trascurre hoy por una senda que cualquier experto en teoría política se apresuraría a desaconsejar. Ni el presidente de su comunidad autónoma ni la alcaldesa de la ciudad –que es además la capital del país, su ciudad líder en el plano económico y también la más extensa y la más habitada de España- han sido elegidos por designio de las urnas y ambos desempeñan su cargo convertidos en herederos de aquellos que decidieron libremente renunciar por distintos motivos: Esperanza Aguirre prefirió apartarse del poder y pasarse profesionalmente a la iniciativa privada mientras que Alberto Ruiz Gallardón dimitió de su cargo para asumir la cartera de Justicia en el gobierno de Rajoy.

Por tanto, ni el presidente Ignacio González ni la alcaldesa Ana Botella han superado el sagrado trance del designio por sufragio y de esos polvos han venido estos lodos si se me permite una expresión tan sujeta a torticeras interpretaciones. Falta la legitimidad de las urnas en los dos casos, falta el respaldo popular y ambos han de enfrentarse todas las mañanas a una condición decididamente inestable que resta una gran efectividad en su cometido y ejerce de contrapeso indeseable a la hora de tomar decisiones. Gobernantes impuestos ambos por los anteriores en su despedida, herederos de cargos públicos que necesitan el respaldo de unos necesarios comicios para instalarse en el respeto, mientras esta situación no se regularice la comunidad de Madrid no encontrará la paz. De hecho, cualquier situación que a ambos cargos elegidos apenas desgastaría, en su condición produce un efecto demoledor. La humillante derrota sufrida frente a los colectivos de las batas blancas debería proporcionarles una base de reflexión, y convencerles de que así no es fácil seguir adelante.

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