Opinión

Los buenos hábitos

Incluso aquellos que presentan unas analíticas de ensueño se han lanzado a la vida sana con la fe del converso. Ahora, y teniendo en cuenta que los japoneses son individuos muy longevos, a todos nos ha dado por comernos el pescado crudo nos guste o no. A mí por ejemplo no me entusiasma y existen algunas preparaciones que me dan incluso yuyo, pero confieso que lo paso mal admitiéndolo porque parezco un tipo que habita en las cavernas en términos culinarios y cuando me preguntan cómo me gustan los mejillones yo digo que crudos aunque sospecho que no debe ser muy placentero comérselos así y ya se complica la cosa primero con el desafío de abrirlos.
Hace apenas un mes, en un programa concurso de televisión dedicado a la alta cocina, una de las participantes destrozó literalmente una hermosa merluza del pincho para  hacer con sus lomos un tiradito –un plato muy popular de la cocina peruana que sirve el pescado crudo cortado en lascas ligeramente macerado en un chorro de zumo de lima- desconociendo que la merluza es uno de los pocos pescados que no puede servirse crudo y eso que era una cocinera profesional que también tiene delito. La moda dicta y el que no se avenga y desee un pescado asado, cocido o frito es un ignorante. Yo mismo.
La obsesión por imponer determinados hábitos alimenticios y ciertas normas de vida traspasa los límites de la injerencia y atenta contra el sagrado principio de la libertad individual e incluso colectiva. Del mismo modo que los grandes santones culinarios han decidido imponer la norma de comer pescado sin pasar por la cocina porque los japoneses lo consumen así y viven más años, algunas instituciones se han propuesto imponer por ley cómo comer con salud. Acabo de leer que el Gobierno de Cataluña ha decidido penalizar las bebidas que contengan azúcar porque se supone que el azúcar es perjudicial para la salud. Eleva el impuesto y por tanto las condena a ser más caras. Demoniza además el sector azucarero y sobre todo impone por la fuerza del decreto y al bolsillo unas normas potestad de cada uno en sus dominios. Tomar azúcar, comer alimentos fritos o beberse el agua de la ducha son elecciones soberanas y allá cada cuál con los resultados que obtega. Y además, cualquier día alguna universidad británica encontrará propiedades extraordinarias en el azúcar que la rediman.  Y a ver qué decimos.
 

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