Opinión

Lo bueno y los malos

La hipócrita sociedad  estadounidense que se apiña en torno a Hollywood y ha florecido amparada por la fama y el relumbrón del gran espectáculo, se retuerce por los retortijones que depara el tema de moda. A medida que afloran los casos de acoso sexual que muchas de sus estrellas rutilantes han infringido a sus compañeras de reparto a lo largo de muchos años, a este bipolar escenario abrasado por todas las hogueras de las vanidades le asoman los colores. Los hechos que ahora se ventilan se han producido tiempo atrás, y lo han hecho en el más profundo y cómplice silencio hasta que  un cuarto de siglo después de producirse, alguien los ha destapado. El campanazo de salida lo dieron quienes han compartido espacio con el poderoso productor Harvey Weinstein, al que un cada vez más numeroso grupo de actrices y empleadas de su firma acusa de haberlas sometido impunemente a abusos que han tenido que callar por miedo al poder que el sujeto ejercía. Las primeras denuncias han producido un efecto contagio y la mancha se extiende y envuelve a otros santones del espectáculo como James Toback –un diario californiano ha publicado los testimonios de treinta mujer con nombres y apellidos que se consideran sus víctimas-. Y a estas figuras de ámbito más local a las que no todos los europeos conocen  hay que añadir otras de relumbre universal. Kevin Spacey ha caído en un pozo de ignominia y ya puede ir pensando en dedicarse a granjero, mientras los nombres de Dustin Hoffman y más recientemente de Steven Seagal, ya aparecen  en listas de acosadores y se unen al de Bill Cosby, que fue el primero de los astros de la pantalla y la televisión que fue denunciado. La mácula ha llegado al fútbol y Hope Solo,  portera de la selección de fútbol de los Estados Unidos campeona del mundo, acusa a Blatter de tocarle el culo en una entrega de trofeos. La bomba ha estallado con espoleta retardada y como el ámbito constituye de por sí una mezcla de timoratos insufribles y los que practican la sexualidad más exultante y se ponen ciegos de cualquier cosa, no es fácil decidir donde acaba  la indecencia y donde empieza la venganza.
Pero con independencia de las consecuencias legales de estos comportamientos cuya alcance  determinarán los jueces federales, cumple pedir en que este pozo sin fondo que es el universo de la farándula no se vuelva loco de remate. Para empezar, Ridley Scott ha borrado todas las imágenes de Kevin Spacey en su última película y eso no tiene por qué extenderse. No siempre los genios son buenas personas y por ello no son menores sus  genialidades. Picasso era un genio y también un sujeto muy malo.  Si hubiéramos de borrar la obra de todos los canallas no daríamos abasto.

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