Opinión

Inconsistencia parlamentaria

A la vista de lo que ofrece desde hace algún tiempo la vida parlamentaria, uno no tiene más remedio que preguntarse si esta aparente trivialidad que ha convertido al Congreso en una casa de vecindario aburrida y sin apenas producción puede responder a su propio reparto. Hay muchos grupos en el Hemiciclo, su actividad está más pendiente del compadreo que del lenguaje político, los pactos son puntuales y a menudo muy frágiles, y la autoridad y sabiduría de los que ocupan escaño es muy dudosa, hasta el punto de que no conozco ni me suena haber escuchado una intervención brillante, un diálogo oportuno, un cara a cara con chispa o un enfrentamiento emotivo. Todo es tan plano y tan previsible que invita a desertar. Un torneo de petanca tiene más gancho.
Esa indolencia que se advierte en el comportamiento de sus señorías –a los que la población hace cada vez menos caso- se agrava  ante la sospecha creciente de que los partidos políticos están más pendientes de ellos mismos  que de cumplir con su trabajo. De hecho, el administrado percibe que la actividad en las cámaras se desarrolla como a saltos: es decir, a base de momentos en los que determinados partidos se zambullen en un trabajo frenético pero sumamente breve al que sigue un largo periodo de indolencia que aprovechan para reestructurar su casa.
Me parece muy ilustrativo al respecto este PSOE del siglo XXI para el que no parece existir otra cosa que sus propias primarias. Salvo un intenso ataque de moralización por entregas que ha brotado a raíz de los muchos frentes de corrupción que afectan al PP, no hay más registro de actividades que ese combate desesperado a tres bandas que sostienen Susana Díaz, Pedro Sánchez y Patxi López, sumergidos en una lucha fratricida que les lleva a escenificar la pugna a todo lo largo y ancho de la geografía española. El PSOE está en suspenso hasta que este disparate se resuelva y los socialistas, para  demostrar que están vivos,  apelan al muerto. A los huesos de Francisco Franco a los que invitan a desenterrar. Han podido coronar ese traslado de tumba dos presidentes socialistas, González y Zapatero, pero entonces no se consideraba necesario. Ahora sí lo es en mitad de sus propias elecciones cuya campaña comenzó hace unos días a pesar de que lleva desarrollándose desde hace más de medio año. Todos respiraremos aliviados cuando  elijan. Todos menos el que le toque…
 

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