Opinión

Unas estúpidas muertes

Una influencer, una joven que frisaba los veinte años, ha fallecido en Brasil tras someterse a una operación de liposucción cuyos resultados finales han sido trágicos como desventuradamente hemos podido leer en varios rincones de las redes sociales, efímero reino donde la fallecida apelaba a estos disparates para garantizar su presencia. Sospecho aterrado e indignado al mismo tiempo, que esta adolescente muerta tras ingresar en el quirófano para una operación de cirugía  estética es la tercera víctima a contar desde el verano. La tercera joven que  cae víctima de la esclavitud de la belleza. Las anteriores también eran muchachas veinteañeras entregadas a los designios de la moda, y capaces de poner en grave riesgo la  salud de su cuerpo en aras de un tratamiento quirúrgico estético que le suministrara aquellas dotes de supuesta perfección exterior valoradas para ejercer su cometido. Una permanente locura a la que quienes tengan capacidad para atemperarla, deberían elevar la voz y hacerse valer para propiciar un cese de este disparatado y absurdo comportamiento que está llevándose por delante a muchachas en el comienzo mismo de su existencia y con toda la vida por delante.
La reflexión que se abre paso ante situaciones tan descorazonadoras que nos enseñan vidas jóvenes truncadas en  la absurda persecución de una belleza tan inútil como efímera, es la que cualquiera con dos dedos de frente se haría. La sociedad actual no solo ha prescindido de un catálogo de valores éticos que determinaban y definían la bondad y la mesura de los comportamientos sociales, sino que ha agotado la capacidad de crear verdaderos líderes de pensamiento con la suficiente calidad moral para que sus peticiones sean atendidas y sus consejos surtan un beneficioso efecto. Es muy probable que cada época inspire a sus pobladores los mismos funestos pensamientos, y de hecho existe profusión de textos nacidos en la antigua Roma que se lamentan de la escasez de talentos para imponer buen juicio y honestidad en una sociedad perdida. Pero eso no consuela a los que hoy afrontamos un panorama muy parecido y lloramos desconsolados la muerte estúpida de unas jóvenes a las que no parece moverlas otro argumento más noble que el de la apariencia de su propio cuerpo.
 

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