Opinión

Emigrantes: comunes, profesionales y políticos

Pues, dilecta leyente, hoy el mundo occidental se debate entre la admisión en tropel de los refugiados y sus posibilidades de darles cobijo, tratando de evitar no vestir a un santo para desvestir a otro, como reza un principio cristiano; pero no ya por razones morales o humanitarias o altruistas, sino porque las leyes internacionales nos obligan a darles protección, como lo haríamos con cualquier víctima indefensa a manos de un sanguinario bellaco, que es más o menos lo que está pasando con éstos. Por ello, dada su sensibilidad, resulta acertado nombrar como embajadora de ACNUR a Angelina Jolie, que, además, ya tiene en su casa una especie de ONU infantil, por lo que de convivencia entre desiguales debe saber bastante.

Como bien sabe, dilecta, una cosa son los inmigrantes que abandonan voluntariamente su país de origen por necesidades económicas en busca de un mundo más próspero, con poca conciencia social y con la única expectativa de obtener el bienestar material (a los que llamaremos emigrantes comunes), y otra los refugiados, que vienen a ser inmigrantes forzosos que tratan de salvar su vida por ser cruelmente perseguidos por sus ideas o por no someterse al régimen dictatorial impuesto o simplemente huyen de la guerra, y traen otras expectativas más amplias que los anteriores. Sobre los primeros lo sabemos casi todo. En su mayoría los vemos trabajando en oficios que nosotros desechamos, chapurreando el idioma del país de acogida y ayudando a mejorar los índices de natalidad de un continente envejecido. (Perdón por el reduccionismo).
Sobre esto, los españoles y singularmente los gallegos tenemos experiencia. Si bien hoy ya no vamos con maleta de cartón y traje de pana, sino con traje de de Armani y cartera de piel, contratados como ejecutivos por empresas extranjeras que aprovechan la formación que han recibido en su país y que éste no sabe aprovechar, permitiendo lo que se ha venido en llamar “fuga de cerebros”. En cualquier caso, se trata más que de una emigración puramente económica o política, de una motivación profesional que, de prolongarse la estancia, seguramente tendrá más que ver con razones personales que de otro tipo. 

Otra cosa bien distinta es el problema de los refugiados, que parecería que hasta 1.950 en que se creó el Estatuto de la Oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para ellos (ACNUR) no despertaba el interés del mundo y que vino a desarrollar a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que dos años antes establecía que “En caso de persecución, toda persona tiene derecho a buscar asilo y disfrutar de él en cualquier país”. 

Craso error, porque si echamos un vistazo a los antecedentes históricos de ACNUR, podremos comprobar que la entonces Sociedad de Naciones ya en 1.922 tenía designado un Alto Comisionado para los Refugiados. Por lo que, el problema de las persecuciones por causa de raza, religión, opinión política, etc. viene de antiguo.  Lo que lo pone de rabiosa actualidad es el avispero creado en Oriente Medio, con la caída de Gadafi, Husein y el tambaleo de Bashar al- Asad (el odontólogo presidente de Siria), que además de contener a los suyos (no entro en los métodos), frenaban el avance yihadista hacia Europa, y todo por el cabreo de los yanquis tras el derrumbamiento de sus Torres Gemelas, que deben  seguir viendo como pieles rojas a todos los que no se plieguen a sus designios. 

Ante esta avalancha humana que derriba todo obstáculo, cual caudaloso río desbordado, va a ser difícil distinguir el trigo de la paja y al problema de integración por el idioma, su fanatismo religioso (que le lleva a rechazar la comida ofrecida por Cruz Roja y escupir sobre su símbolo), sus exóticas costumbres, etc. se une la rivalidad tribal entre ellos mismos. 

En fin, no olvidemos el segundo inciso del artículo 14 de la citada Declaración “Este derecho no podrá ser invocado contra una acción judicial realmente originada por delitos comunes o por actos opuestos a los propósitos y principios de las Naciones Unidas”. Y entre estos últimos figura “fomentar el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos”. Lo que implica el respeto al sistema democrático y al pluralismo y no recurrir al tópico de llamar racista al que los acusa de saltarse las leyes.

En fin, que habrá que contar con el ínclito Zapatero para que nos ilustre sobre eso de la “Alianza de Civilizaciones” y ponga en práctica sus ideas. ¡¡¡Horreur!!!

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