Opinión

SANTÍSIMO CRISTO

Cuando nos referimos al Cristo de la Victoria, solemos anteponer el calificativo 'Santísimo'. Es una muestra del repeto tradicional que le tiene la ciudad de Vigo; es una indicación de la importancia de su culto en esta zona; es una expresión de que se le venera devotamente.


El primer domingo de agosto, desde hace muchos años, se le reserva a la Fiesta del Cristo, tiempo, lugar y amplio afecto religioso. La participación en la Eucaristía y en la Procesión centran una religiosidad popular intensa y muy generalizada.


Este acontecimiento convoca a muy diversas personas de ideologías dispares. Reúne a familias, vecinos y personas que vienen de lejos. Suscita sentimientos de cercanía para quienes coinciden en la profesión de la misma fe.


También es una celebración que suscita interrogantes. Los que participamos debemos preguntarnos por qué lo hacemos: ¿nos gana la rutina? Los que acuden más 'en plan turista' pueden preguntarse por qué semejante devoción: ¿se reduce a un sentimiento estéril que remansa en personas poco formadas? ¿Es posible que participe alguna gente por aquello de que 'está bien visto'? ¿Qué significa para los vigueses esta conmemoración anual?


No faltará quien considere que la expresión de la fe ha de ser hoy más comprometedora. Yo, por mi parte, no me atrevo a juzgar la interioridad de ninguna persona. ¿Por qué no pensar que las personas que participan en la Eucaristía o en la procesión del Cristo de la Victoria tratan de identificarse más con ese Jesús a quien veneran? Por cierto: ¿has pensado que la Victoria del Santísimo Cristo lo es sobre la muerte?


Seguro que abundan los 'curiosos'. ¿Por qué pensar que se quedan insensibles al movimiento de admiración que puede suscitar una manifestación de fe tan esplendorosa?


Posiblemente alguno tachará estos cultos de trasnochados. ¿De verdad creen que los elementos propios de esta celebración no son válidos para las personas que los utilizan? ¿No ha de partir la renovación de la vivencia que tienen los auténticos creyentes?


La imagen del Cristo de la Victoria es una sugerencia de abrazo universal, una invitación vigorosa a vivir una entrega incondicional, una llamada urgente a relacionarse con todos como verdaderos hermanos... El valor más im portante de esta devoción es justamente una inconfundible vivencia de fe, que se comparte al expresarla.

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