Opinión

San Telmo

Pedro González era un brillante canónigo palentino del siglo trece. Se disponía a disfrutar de su privilegiada situación, cuando se encontró materialmente enfangado después de una oportuna caída de su elegante caballo. El inteligente deán calibró definitivamente el valor escaso de las glorias efímeras de una fama mundana. Y se le abrió un arduo y largo camino que lo condujo hasta nuestras tierras.

Desde entonces puso todas sus energías, sus espléndidas cualidades y su amplísima formación universitaria al servicio de la evangelización. Le caracterizaba un celo apasionante y su enorme capacidad para conectar con las gentes sencillas de la tierra gallega y portuguesa. El entusiasmo de su entrega lo convirtió en fecundo y dócil mediador de la energía sanante y salvadora del Espíritu. Así lo comprendían los beneficiados por su extraordinario poder taumatúrgico.

San Telmo comprendía muy bien que las necesidades humanas no se reducen a un espíritu desencarnado. Por eso compartió saber y esfuerzo para abrir puentes de comunicación y para achicar fronteras de distanciamiento. Su capacidad de convocatoria enraizaba en su entrega plural y en sus convicciones inquebrantables.

Este humilde y santo dominico es patrono de la ciudad de Tui y de la diócesis de Tui-Vigo. Patronazgo que arranca del propio pueblo: la devoción de los tudenses comenzó ya en sus contactos personales y se expandió milagrosamente desde el mismo momento de su muerte. La constancia de esta devoción espontánea fue el argumento principal en el proceso de canonización llevado a cabo en el siglo dieciocho. San Pedro González Telmo sigue siendo un admirable referente de humanización evangélica.

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