Opinión

¿Qué puedo aportar?

Estamos muy iunsatisfechos de muchas realidades actuales, de muchas situaciones que tenemos que vivir. Las quejas llegan hasta la vigorosa indignación; y la indignación nos puede llevar a extremos verdaderamente inconvenientes, ruinosos.

Padecemos la idolatría del dinero. Situamos el núcleo fundamental de la crisis en la economía. Se habla de un repunte de esperanza cuando hay atisbos de una mejora económica, por mínima que sea. Se bendice ampliamente el camino del consumo. Y ahí nos quedamos verdaderamente entrampados.

Teóricamente, nuestro valor más apreciado es la persona, “toda persona”, decimos. ¿Lo es también en la práctica? Acapara nuestra atención sobresalir por encima de los demás; se anteponen los intereses de nuestro grupo a todos los razonamientos objetivos, incluso por encima de la verdad cuando no los favorece. Y no medimos el alcance de estos ejercicios sobre la persona. Eso sí, hemos adquirido una verdadera habilidad y pericia dialéctica para tapar lo que no nos conviene; y no tenemos reparo en agredir sin piedad.

Exigimos libertad para lo nuestro; pero no acabamos de reconocer efectivamente la de los otros. Exigimos implacablemente nuestros derechos; pero no acabamos de reconocer los de los otros. Exigimos que los otros acepten incondicionalmente nuestras propuestas; pero no acabamos de aceptar las de los otros.

¿Por qué no pensamos más en lo que podemos aportar todos para bien verdadero de cada persona?

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