Opinión

¿Es posible la alegría?

Es fácil encontrar personas enfermas de tristeza, de vacío interior, de aislamiento. Posiblemente nosotros mismos nos sentimos afectados o frecuentemente tentados. ¿Le echamos la culpa a la crisis?
“El gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada”. Son palabras, claras y sugerentes, de Papa Francisco. Creo que reflejan lúcidamente la verdad de una realidad objetiva. ¿No permanecemos excesivamente clausurados en los propios intereses?
Cerramos las puertas  a los esfuerzos entusiastas y fecundos de hacer el bien. Más aún: se siembran muchos resentimientos, se alientan dinamismos revanchistas, se abren amplias puertas a venganzas asesinas. ¿Serán estas las sendas de una vida digna y plena?
Claro que se nos ofrecen otros caminos: la vivencia real y buscada de una armonía interior apasionada, el encuentro intenso y abierto con las personas de nuestro entorno, la ruptura del cerco asfixiante de nuestros egoísmos egolátricos. Estos caminos nos permiten superar la tristeza mortal y a disfrutar de la alegría vivificante. Y, desde luego, para los creyentes hay una fuente inagotable de intensa alegría: la fe verdadera en la Resurrección que nos lleva a la planitud de una felicidad eterna.

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