Opinión

PASCUA DE RESURRECCIÓN

Nuestros mejores diccionarios de lengua castellana cuando se refieren a 'resucitar' indican devolver la vida a un muerto, volver a vivir después de muerto, reanimar a alguien que estaba decaído física o moralmente, hacer existir de nuevo algo que había desaparecido o caído en desuso, restablecer y renovar y dar nuevo ser a una cosa. Naturalmente, los diccionarios y tratados teológicos afinan más en los niveles técnicos que les corresponden.


No es este el lugar para extendernos en explicaciones científicas. Pero sí para reflexionar sobre la realidad de un tiempo que estamos viviendo: pascua de resurrección. Esta expresión, ya popular, tiene su origen en las celebraciones litúrgicas cristianas de la Resurrección de Jesucristo. El ritmo antiguo de las fiestas pervade las costumbres sociales y va quedando la celebración, también en los ámbitos profanos.


Para los que creemos en la Resurrección, esta es la fiesta más importante; es el fundamento de la fe cristiana. Y tiene una referencia clave: plenitud de vida; por cierto, no sólo después de la muerte. La resurrección es también el proceso de permanente renovación a que nos invita (y hasta nos urge) la fe en la Resurrección de Jesús. La resurrección es aceptar el reto de las muertes menores de cada día, que todos sufrimos, para ir transformando nuestra vida entera por los caminos de la plenitud humana auténtica. Morir un poco cada día, y resucitar cada día; para resucitar después definitiva y plenamente con el Señor.


Se utiliza menos en este tiempo la felicitación (¿porque la resurrección está menos comercializada que la navidad?) Y, sin embargo, es cuando tiene más sentido: es desear a otro que sienta plenitud en su vida... y ¡más allá de sus muertes y de su muerte! Es desearle la vivencia gozosa de una esperanza activa. Seguimos diciendo y deseando: ¡Feliz Pascua de Resurrección!


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