Opinión

FAMILIA

Deberíamos estar preocupados por el abuso de la geoingeniería, las tecnologías que alteran el cerebro, la creciente resistencia a los antibióticos, los desastres naturales (volcanes, huracanes, etc.), la pérdida de valores o, incluso el descubrimiento de vida extraterrestre y, sin embargo lo estamos de algo tan prosaico como es la crisis financiera.


La gente de la calle está más en el día a día, comprobando su creciente empobrecimiento y las pocas expectativas de futuro, y no ve más allá. El hambre debe producir miopía y somnolencia, por lo que uno sólo sueña con poder comerse un yogurt aunque esté caducado. Al menos eso es lo que piensa nuestro gordinflón ministro de Agricultura.


Por otra parte, chinos y árabes se están asentando con más progresividad en nuestro país, unos comunistas-ateos y otros musulmanes cargados de fanatismo religioso, los cuales, especialmente los segundos, difícilmente se adaptarán a nuestras costumbres, por lo que, seguramente será a la inversa.


La cuestión está, en caso de seguir con nuestro sistema democrático, cuál de ambas civilizaciones prevalecerá sobre la nuestra, teniendo en cuenta que nuestra tasa de natalidad continúa en flagrante descenso.


Los chinos, como vienen acostumbrados por su régimen político a no tener más de un hijo, no parecen un inminente peligro, mientras que los árabes son bastante prolíficos, por lo que parece que estaríamos más próximos a una República Islámica que a un Estado comunista. Es decir, los chinos nos poseerían económicamente, pasando a ser explotados como sus deudores-esclavos y los árabes nos impondrían su drástica religión, en que las mujeres llevarán la peor parte.


Como consecuencia, el monarca se iría al exilio con su extraña familia y los cristianos volverían a las catacumbas, pues no parece que quede ningún Templario dispuesto a dar la batalla.


Echaremos de menos el jamón y demás derivados del simpático cerdo, del que nos subyugan hasta sus andares, así como nuestros buenos vinos. Cambiará radicalmente nuestro sistema jurídico, y me preocupa qué será de los abogados en ese previsible futuro. Por si acaso yo ya me estoy orientando hacia donde cae la Meca, acostumbrando al té, a leer el Corán, a fumar hierba en esos estrafalarias pipas, llevar calcetines sin tomates y ponerle mis iniciales a los zapatos. Lo peor es que como encima soy pobre, no tendré derecho ni a un humilde harén.


Con ese panorama, hasta los yogures, un mes caducados, nos sabrán a gloria.


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