Opinión

EL CRISTO DE LA VICTORIA

Acaba de comenzar la novena del Santísimo Cristo de la Victoria. Su fiesta solemne la celebraremos el primer domingo de agosto, este año el día 5. Para algunos la fiesta del Cristo de la Victoria se identifica, casi, con la procesión vespertina de ese domingo. En la misma línea, se habla del número de participantes; y de dimensiones: sociológica, tradicional, antropológica, cultural; hay quien hace referencia, más que nada tangencial, a la dimensión religiosa... ¿será que la suponen?


Volverán, también este año, a manifestarse nuestros políticos en los medios de comunicación social. Lo que yo deduzco es que su objetivo no es precisamente promocionar la celebración, desde luego no la celebración religiosa. Unos y otros aprovechan la ocasión para sus intereses de partido, aparentemente encontrados también en esto. ¿Seguirán acusándose mutuamente con este motivo?


Unos destacan el aspecto tradicional y cultural (marginando positivamente el religioso); y reprochan a los otros que desprecien este acontecimiento hasta con cambios de denominación en los carteles de fiestas. Los otros hablan de la irresponsabilidad de los unos, porque en el fondo (dicen ellos) van contra los vigueses y contra los pueblos cercanos. Y continúan ambos con el tema de las presencias, institucionales o no, coherentes o no.


Saldrá el tema de la crisis. Naturalmente para aprovechar la ocasión y lanzar sus críticas, sus lamentaciones, los desaciertos de los otros, las culpabilidades, enredados como siempre en sus intereses (confesados o no, confesables o no). ¿Pero se acordarán de nosotrros, de las personas? ¿Le pedirán al Señor que nos eche una mano? Pero pedir al Señor significa comprometerse de verdad con lo que se le pide (nos tiene a nosotros para lograr superar las necesidades y alcanzar el bien común de las personas). ¡Ah, bueno, entonces...!


A mi, sinceramente, esta discusión tan estéril como interesada, me da pena. ¡Ni nuestro Cristo de la Victoria es capaz de acercarlos!; porque Él sí que respeta la libertad humana.


El origen, fundamento, contenido, la raíz de esta celebración es el mismo Cristo de la Victoria. Por eso, la entraña de esta fiesta es la dimensión religiosa. Por eso, lo más importante es la Eucaristía, no la procesión. Por eso, lo verdaderamente importante es el mismo Señor, no su imagen.


No está mal subrayar la dimensión sociológica y social. Tampoco estaría mal sacar las verdaderas consecuencias y admitir claramente de una vez que la fe y la religiosidad son vivencias de la persona, que es esencial y constitutivamente social; y esas vivencias se expresan necesariamente en todos los ámbitos de realización de la persona, también en el social y público (aunque no tenga la magnitud de la 'procesión del Cristo').

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