Opinión

Comenzar de nuevo

El día 1 de diciembre de 2013 tiene una especial significación para los creyentes católicos: comienza un nuevo año litúrgico-pastoral. Nos invita esta jornada a ronovar compromisos. En el ámbito religioso, litúrgico, espiritual. Pero también en lo político, lo económico, lo familiar, lo académico, en todas las dimensiones de nuestra existencia. Por eso, es una llamada a retomar esfuerzos, planteamientos, trabajos, dinamismos vitales. Una vigorosa sugerencia para comenzar con decisión una nueva etapa.

Asumimos, pues, el reto insistente de un sentido dinámico que se ha de vivir en el ámbito concreto de nuestras situaciones vitales y múltiples. Me refiero a todos los niveles de nuestra existencia humana: como padres, como hijos, como conciudadanos, como trabajadores, como parados; como miembros de una familia, como integrantes de grupos sociales; y recordamos a legisladores, políticos, administradores de los dineros de todos. ¿Cómo se afronta hoy semejante tarea desde una actitud esperanzada? Nos urge un sentido profundo de novedad realista.

Comenzar de nuevo es asumir el fascinante reto de una oportunidad única y plural. Única porque no se repetirá; plural porque afecta a múltiples situaciones que viviremos. Cada una es nueva, con su propia identidad e integrada vitalmente con las otras tanto nuestras como de los demás.

Se dan una serie de elementos rutinarios: personas, problemas, expectativas, incertidumbres, encuentros. ¿Será posible que nos afecte la rutina también al mismo comienzo de esta nueva pequeña etapa? ¿Será posible que se nos reduzca a “una vez más”? ¿Vamos simplemente enganchados de las circunstancias?

En todo caso, comenzar de nuevo nos invita a tomar conciencia de nuestra situación personal: descubrir lo que nos motiva y nos mueve realmente, cuáles son las perspectivas realizables para nuestro futuro, el alcance de nuestra posible y necesaria aportación.

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