Opinión

LA AUTOSUFICIENCIA DEL TIEMPO MODERNO

Me hacen pensar estas palabras de los obispos españoles referidas a la situación que vivimos: 'el primer pecado de los hombres del siglo XX ha sido tal vez la autosuficiencia del tiempo moderno'. Esta actitud no ha descendido en lo que llevamos de siglo XXI. Hemos puesto en primer plano una confianza ilimitada en las capacidades del ser humano para construir un futuro inexorablemente mejor. A esto llamamos progreso, y muchos lo idolatran como si fuera la fuente única del sentido de la vida.


Desde estas alturas, caemos en la tentación de mirar por encima del hombro a los hombres de otras épocas o a los que hoy no se sitúan en nuestras coordenadas. La aceleración de semejante movimiento lleva a consecuencias nocivas: tal desmesura hace tiempo que ha empezado a mostrar su voracidad de la vida de los hombres y de la creación entera.


La crítica a esta situación se fundamenta en un convencimiento: todos los tiempos están igualmente cerca de Dios. La soberbia nos bloquea en nosotros mismos, impidiéndonos precisamente la fecunda experiencia de la cercanía de Dios.


En estrecha relación con la soberbia y la autosuficiencia hemos de considerar un secularismo, que seca las raíces de la esperanza. Las utopías terrenas sustituyen a la esperanza en la Vida eterna. Y así nos quedamos agarrotados en un destino frágil y mortal. De manera que se nos ciega el acceso a una plenitud que aquí no alcanzamos.


Los cristianos hemos permitido con demasiada frecuencia la secularización más o menos oculta de nuestra fe y nuestra esperanza. Muchos corazones sufren el vacío, porque sólo la esperanza de la plena comunión con el Dios vivo sacia el deseo de nuestra alma y nos hace libres. Esta es, al menos, mi sincera convicción.


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