En este tiempo de verano cultivamos de una manera especialmente intensa el fruto inapreciable de nuestras amistades. De alguna manera todos hacemos un pequeño paréntesis para la fiesta, para la vacación. Y estos ratos de ocio nos resultan llenos si nos sirven para favorecer nuestras relaciones humanas más positivas.
Amigo es esa persona que comparte contigo los momentos de felicidad y las dificultades de su vida; te apoya en tus búsquedas y en tus logros; respeta tus pretensiones y tus libertades; te acompaña en tu crecimiento, gozoso de tus avances; te presta sus bienes y se te regala cada día; acepta con gozo tu don; está oportuna y discretamente presente en el discurrir de tus jornadas; espera siempre algo de ti y suscita una esperanza permanentemente renovada; es indeficientemente fiel; el amigo forma parte de tu vida, tu vida es parte de la suya.
Una de las virtudes más características y propias del auténtico amigo es la fidelidad. Fidelidad a la relación establecida; a las exigencias que las distintas situaciones plantean; a la palabra dada; a los compromisos adquiridos expresa o indirectamente; a una entrega indispensable; en las necesidades, en la atención permanente, en los momentos de gozo y de abundancia; fidelidad para ayudar, para comprender y hasta para perdonar, para que el amigo se realice como persona... En definitiva, fidelidad al amigo. Por todo esto, tenemos que abrirnos decididamente al don gratuito de una amistad leal