Opinión

ACTIVISMO

Ya es tópico entre nosotros el 'vocinazo' del coche que te sigue en el preciso instante en que se abre el semáforo. Nos pasamos la semana apretados por el agobio de prisas hasta rutinarias. Hemos sido envenenados con la necesidad de hacer mil cosas. Estamos ya acostumbrados a multiplicarnos en una actividad febril, como si nos jugáramos el futuro en cada acción. Aumenta cada día el número de solicitaciones a cargo de nuestras reacciones en correspondencia. Sentimos, con creciente intensidad, la urgencia de progresar... ¡nuestras seguridades!


Y no podemos descuidarnos, si no queremos salir perdiendo en la pelea por conseguir unos bienes que son cada vez más escasos. ¿Merece la pena? ¿Queda compensado tanto gasto? ¿Satisface semejante esfuerzo? ¿Dónde se sitúa uno entre tantos movimientos?


No estoy seguro de que, allá en el fondo, no huyamos de compromisos más empeñativos. ¿No nos dejaremos drogar por la adormidera del activismo?


Es más cómodo tirar adelante que encontrarse limpiamente con uno mismo. Es más fácil saltar a lo nuevo que mantener activa y tenazmente lo emprendido. Es más sencillo dejarse ir 'enganchado' de intereses variables, que abrir caminos desde lo que venimos realizando.


Aceptamos con facilidad los pretextos que nos arrancan de situaciones estables. Preferimos ir y venir, variar, empezar algo distinto, alternar, viajar, movernos, movernos, movernos.


Quizá por eso mismo, necesitamos más paz. Quizá nuestro anhelo de quietud viene urgido por el trasiego. Quizás ansiamos más tranquilidad porque nuestra movilidad es vertiginosa.


Algo nos mueve a vivir así. El afán comprensible de una mayor comodidad. La pretensión defendible de superar a 'los viejos', de superarnos a nosotros mismos. La dinámica contagiada del progreso La explicable aspiración a mejorar la 'calidad de vida'. La vehemente tendencia al mimetismo de los más poderosos...


Posiblemente no caemos en la cuenta del verdadero influjo que ejerce en la persona humana una actividad tan desmedida. En el fondo, nos tenemos miedo. Tememos afrontar un desarrollo humano que bien podría obligarnos a 'ir contra corriente'. Teóricamente valoramos al hombre sobre todo; pero en realidad nos fuerzan con frecuencia a escapar hacia adelante.


Te puede interesar