Opinión

Violencia en las aulas

Uno queda asombrado al recibir constantemente noticias de todo el mundo que nos transmiten la utilización de armas y violencia en las mismas aulas. Incluso hace poco en Ourense y en Madrid el mismo día. En el caso ourensano tanto la víctima como el agresor eran alumnos de auxiliar de enfermería del CIFP A Carballeira, y cuando disfrutaban del recreo apareció el agresor con una navaja o cuchillo y, sin mediar apenas palabra, se la clavó en la espalda. Fuentes cercanas aseguran que el agresor antes de actuar compró y acumuló navajas de tipo mariposa -ilegales en España- y otros tipos de cuchillo. Además, antes de salir de su casa, cogió cantidad de dinero pero sin llevar su móvil porque podría ser una herramienta útil para localizarlo. Por otra parte, en el CIFP A Carballeira los exámenes y las aulas continuaron. 

Un caso más en EEUU. Sobre el tirador de Michigan, Ethan Crumbley, muchos años antes de que perpetrara la masacre en el instituto de Míchigan donde cursaba estudios, una vecina avisó a las autoridades de que la situación en casa del menor no era normal. El niño, entonces de 8 o 9 años, solía llamar a su puerta cuando le dejaban solo sus padres, que era a menudo. Kayla LeMieux, que vive cerca de James y Jennifer Crumbley, le abría la puerta y le recibía pero sin dejarle un teléfono y al poco tiempo lo notificó a las autoridades, sin saber si llegaron a intervenir pero sin que el panorama cambiase en absoluto. Avisó también a los padres de la denuncia, pero la madre se defendió diciendo que el niño “estaba bien” que ya era suficientemente mayor para quedarse solo.

Tampoco hicieron nada cuando la mañana del tiroteo recibieron el aviso de las autoridades tras encontrar un dibujo preocupante de su hijo, ya con 15 años. Pintó a un compañero sangrando, con un disparo de bala y el arma que después usó para matar a cuatro compañeros, todos adolescentes, y herir a otras siete personas. Un día antes, un profesor le pilló buscando munición en internet. Ni los padres ni la dirección del colegio decidieron tomar cartas en el asunto. Le sugirieron a sus padres que se llevaran a Ethan de vuelta a casa esa mañana. El joven, armado con un arma semiautomática que le habían regalado en casa como anticipo de Navidad, descargó 30 rondas de munición y alteró para siempre la vida de cuatro familias.

Pese a ignorar por completo las advertencias, los padres se dieron a la fuga en cuanto comenzó a sonar en medios la posibilidad de afrontar cargos por la barbarie de su hijo. Horas después, la fiscal de Oakland, Karen McDonald, confirmó cuatro cargos para cada uno por homicidio involuntario, además de acusar al autor de la masacre de un asesinato en primer grado, terrorismo y asalto con intención de asesinar en su despliegue violento en el instituto de Oxford. Y la fiscal general de Míchigan indicó a la CNN que no descartaba que la fuga de los padres eleve el castigo en caso de ser declarados culpables. Los tres miembros de la familia están detenidos en el mismo centro, aislados y bajo vigilancia permanente para evitar suicidios. 

Los padres del estudiante nunca avisaron al distrito escolar de que Ethan tenía acceso directo a un arma de fuego o que le habían comprado un arma recientemente. Y en ningún momento los profesores entendieron que el estudiante quería hacerle daño a otros basado en su comportamiento, sus respuestas y su conducta, en aparente calma.
Creo que sobra cualquier comentario. Muy triste y estos casos desgraciadamente se repiten periódicamente de forma similar en varias partes del mundo. Es hora de que los gobiernos tomen decisiones contundentes y la prohibición de las armas entre la juventud debe estar absolutamente clara sin duda alguna.

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