Opinión

Acercamientos, distanciamientos

Tender puentes en lugar de propiciar los enfrentamientos es la obligación de los dirigentes políticos. El diálogo, sin condiciones y sin límites es la fórmula para evitar las rupturas que aparecen en el horizonte. Que haya diálogo no presupone que vaya a producirse un acuerdo, pero al menos contribuye a que los conflictos se encaucen en los foros adecuados. Pero incluso el diálogo se percibe como una victoria por quien más tiene que perder.

Los acercamientos políticos que se han sucedido en torno a la cuestión catalana promovidos desde distintas instancias y a distintas bandas han contribuido a rebajar la tensión en superficie pero apenas han tenido efecto en el mar de fondo que es el referéndum de autodeterminación: el Gobierno restituye a Duran Lleida como interlocutor privilegiado; los empresarios catalanes aprovechan un acontecimiento social con la presencia de políticos nacionales y catalanes para pedir diálogo a ambas partes; Gobierno y oposición hablan frecuentemente sobre la situación en Cataluña aunque difieran de la solución al conflicto –Constitución o reforma- porque se trata de una cuestión de Estado, y desde La Moncloa se muestra buena disposición a una nueva reunión de Mariano Rajoy con Artur Mas.

Sin embargo, las posibilidades de acuerdo son más bien escasas dados los puntos de partida: el cumplimiento de la legalidad constitucional frente al compromiso de un referéndum de autodeterminación al que se le va a poner fecha y pregunta en las próximas semanas, por exigencia de ERC a CiU que se encuentra maniatada y dividida. En estas circunstancias no hay encuentro posible. Incluso la disposición al diálogo es entendida desde la Generalitat como una pequeña victoria porque, de entrada, exige al Gobierno y al PSOE una contraoferta a su desafío. La mejor forma de no llegar a ningún lado.

De forma simultánea el acercamiento y las apariencias de la voluntad de iniciar un diálogo sobre el lugar de Cataluña en España se está produciendo una serie de distanciamientos internos que pueden sino fracturar partidos y al gobierno catalán si causar graves problemas internos de difícil arreglo. En el Ejecutivo de la Generalitat ya hay voces que piden un rearme ideológico frente a ERC que les arrebata cada vez más votos, y que ya se cuestionan si Artur Mas sigue la estrategia adecuada con una consulta que no se va a celebrar en un marco de legalidad.

La discrepancias de Unió con Convergencia a cuenta de la independencia son cada vez más palmarias y nunca la posibilidad de una ruptura estuvo más cerca, aunque siempre la parte más débil de cualquier coalición, como es el caso, trata de evitar la confrontación en las urnas.

Pero donde los distanciamientos son cada vez más evidentes es en el PSOE. La nueva fractura del Grupo Parlamentario Socialista –la segunda ya- a la hora de votar la moción de UPyD en contra del derecho a decidir con el culebrón de las presiones previas de y sobre los diputados del PSC. Ya no basta con las declaraciones de los dirigentes del PSC de que no hay nada nuevo bajo el sol y que no tendrá lugar ninguna ruptura, porque con cada controversia surgen cada vez más voces que piden la refundación de un PSOE catalán. En la situación actual, ni el PSC –autodeterminación para decir no- y también dividido remonta en Cataluña, ni el PSOE logra imponer la unidad y se ve perjudicado por la actitud del PSC en otras circunscripciones. O el PSOE resuelve de manera definitiva su cuestión catalana o hará más incierta su recuperación electoral.

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