Opinión

el museo en el fondo

El Museo del Mar de Galicia acaba de cumplir diez años de anónima existencia. Emplazado en un lugar fantástico, parece como si estuviera en la Luna. Su trascendencia es igual a cero y sus mayores logros los ha conseguido como restaurante, lugar para conciertos o sala de exposiciones de fotografía de ocasión.

El museo vigués, pese a su nombre, no puede ni quiere competir con otros abiertos por Galicia, como el de Bueu, en la antigua conservera Massó, con una colección naval que merece la pena conocer por sus piezas históricas. En Alcabre, en cambio, no hay nada reseñable más allá de una serie sin fin de paneles de interés muy limitado y réplicas de ciertos elementos del mundo pesquero. Poco más. También hay un castro pre-romano localizado durante la construcción del edificio y que tal y como se encuentra integrado parece más un estorbo que un auténtico tesoro. Se completa el conjunto con un acuario a tono con el resto: por su reducido tamaño, apenas una pecera, aunque quizá sea lo más llamativo de todo el complejo cultural.

El Museo del Mar tiene fondos y un proyecto para su exhibición como centro referencia de la arqueología submarina gallega que ha sido reiteradamente torpedeado por la Consellería de Cultura. Ahí están los objetos, en el fondo, como las cifras de visitantes, que ni siquiera responden a la realidad, hinchadas a base de colegios y “talleres”.

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