Opinión

GEA, un fracaso visible

Fue el Grupo de Empresas Álvarez una de las compañías más importantes y con mayor número de empleados de Vigo. Su marca, Santa Clara, llegó a todo el mundo, incluso a la NASA, y con ella una parte de la ciudad, que aparecía impresa en todos los platos y vajillas. Como ocurrió con otra sociedad que fue considerada modélica, Casa MAR, una combinación de elementos externos, mala gestión y errores de bulto acabaron con GEA en los años ochenta, aunque en este caso el muerto no acabó de ser sepultado hasta mucho después, ya en el siglo XXI, alargando una agonía sin eutanasia. 
El único provecho fue para un grupo de piratas que lograron el visto bueno del desaparecido INI, que lo único que quería era librarse de un problema enorme, un agujero sin fin. Hubo proyectos, mucho dinero desde el Estado y la Xunta, una propuesta para el traslado dela fábrica a Cotogrande, donde ahora está el Ifevi, y finalmente un día se apagó el horno y se acabó definitivamente GEA, el proyecto industrial y también de desarrollo social –el complejo llegó a contar con un centro médico y guardería- que había lanzado Moisés  Álvarez. De aquellas ideas quedaron algunos edificios en Cabral y también el chalé que hoy es Conservatorio Superior de Música, en cuyo bajo, hoy auditorio, había un refugio nuclear. Dice bastante sobre quiénes eran los dueños de GEA. También quedan algunos restos de lo que fue y ya no es: en Cabral, donde el esqueleto de la factoría madre es un recuerdo permanente de un enorme fracaso colectivo, y en Coruxo, donde todavía quedan vajillas destrozadas. El juicio llegó demasiado tarde.

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