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“Los seis de esmoquin en escena es marca de Les Luthiers”

Los integrantes de Les Luthiers, ayer, en la Alameda viguesa, preparándose para la función.
photo_camera Los integrantes de Les Luthiers, ayer, en la Alameda viguesa, preparándose para la función.

Puccio, uno de los veteranos del grupo, analizó con Tato, una de las últimas incorporaciones, lo que los hace únicos

 Les Luthiers vuelven a Vigo. Lo hacen cuando cumplen 51 años sobre los escenarios con tres funciones de su última antología, “Viejos hazmerreíres” que esta noche estrenan en el Auditorio Mar de Vigo en Beiramar. Sobre esta temporada y la gira gallega que abren en la ciudad hablaron ayer para Atlántico dos de sus integrantes, Carlos López Puccio, uno de los miembros fundadores, y Horacio “Tato” Turano, una de las últimas incorporaciones. “Me gusta Vigo porque es bella, pero poco pretenciosa, humilde; no me siento tan abrumado como cuando vamos a Santiago; sería una ciudad donde yo viviría”, advierte Puccio nada más empezar la entrevista. “Es elegante y la gente es amable, nos saludan por la calle”, puntualiza Tato, antes de darle un sorbo a un café solo.

¿Qué es imprescindible en el humor de Les Luthiers?
Puccio: En general no lo puedo contestar, son muchas características que unidas dan nuestro humor. Es refinado, nunca cae en la grosería, no es chabacano. Es de nivel cultural alto, la cultura siempre está bien presente, bien ausente. Y lo fundamental, tiene que tener un componente musical obligado.
Tato: Cuando llegué al grupo yo venía del mundo de la música, pero aprendí rápidamente los códigos teatrales, pero además hay mucha música. Por otra parte, yo siempre me sentí medio-payaso. No fue fácil, requirió tiempo, pero ahora me siento muy cómodo. Para cualquier músico, al menos en Argentina, acabar en Les Luthiers es como tocar el cielo.
Parece que se identifican más como músicos que como humoristas.
Puccio: Todo surgió de un proyecto musical, ahora estamos divididos entre actores y músicos. Mi formación es en ese campo, la de dirección de orquesta. 
Tato: Sí, éramos más músicos que actores, pero hemos ido aprendiendo. Ahora tengo intervenciones con mucho texto, antes me asustaría de dar semejante parlamento y ante un auditorio lleno. Pero aún es imprescindible para un luthier tocar cuantos más instrumentos mejor.
Para lograr la conexión con el público es necesaria una gran complicidad en el grupo. ¿Cuándo se alcanza ese nivel?
Puccio: Son muchos años elaborando estéticas del grupo. Tenemos unos reglamentos máximos de conducta, normas no escritas para dar respuesta a imprevistos sin escapar de lo establecido. No permitimos una mala palabra, si un chiste la lleva, ese chiste no va, a menos que se justifique por un mecanismo ingenioso.
Tato: Con respecto al público, en cada acto esperamos una reacción; si no se produce, igual es que no se ha entendido. Entonces ayudamos con una pausa. Es el comportamiento del teatro, que cambia según la actuación sea en auditorio o en un espacio abierto.
Puccio: Como tú, Tato, has dicho en alguna ocasión, cada función es un micromundo que lo llevamos a donde vamos , cuando salimos al escenario es como nuestra casa y entramos en un juego con el público, buscando su reacción.
Entonces, ¿cada función es un ejercicio de concentración?
Tato: Son dos horas de mucha concentración, que se puede extender a hora y media antes en que empezamos a prepararnos. Incluso se retrasaría hasta la siesta necesaria para ese nivel de concentración.
¿Se imaginan a Les Luthiers sin esmoquin en el escenario?
Puccio: Podemos imaginarlos, pero no es necesario. Es un toque distinción, el único elemento que usamos de atrezzo, el resto tiene que imaginarlo el público. Nos gusta esa imagen descarnada, los seis de esmoquin en escena, es la marca de la casa, un sello propio.
Tres de los integrantes de Les Luthiers cumplen 51 años con el grupo. ¿Cómo se mantiene la ilusión durante este tiempo?
Puccio: Hay mucho placer en estar con el público. Es estimulante la reacción de la gente, dar es importante, pero también recibimos mucho cariño, nos da vivir. En realidad lo estimulante es haber creado Les Luthiers; también es cierto que no estamos en las horrendas redes sociales. Cuando creas algo bueno da mucha felicidad, eso es por lo que estamos tanto tiempo en esto. Podíamos dejar de trabajar, pero es bueno seguir recibiendo reconocimiento, incluso económico.
¿Y qué opinan la nueva generación?
Tato: Yo llevo trabajando hace quince años con Les Luthiers, al principio reemplazándolos a todos. Luego con la nueva formación no hemos notados baches en el  recambio, pero entendieron el código. No fue una transición difícil y al público tampoco le pareció caótica. Estamos muy cómodos y eso la gente lo percibe.
Por lo que Les Luthiers aún tiene mucha vida.
Puccio: Queremos continuar sin duda. Seguiremos porque seguimos teniendo éxito.

“Antes éramos asamblearios, ahora se aprueba o se tolera”

 ¿Cómo es el proceso creativo, cómo trabajan puertas para dentro, lo que el público no ve?
Puccio: Es duro, por eso cada vez hacemos menos producción nueva. Son sesiones interminables, donde hay persuadir a todos de que está bien, luego se prueba y se ensaya. A veces llevamos sorpresas descorazonadoras, cuando algo que gustaba, luego vemos que no tiene ninguna sintonía.
¿Toman las decisiones de forma asamblearia?
Puccio: Antes sí, ahora son propuestas individuales que aprueban los demás o al menos las toleran.
Tato: En el caso de las antologías, que son dos de nuestros tres últimos shows consecutivos, sigue otro proceso. Para preparar espectáculos como el actual, “Viejos Hazmerreíres”, volvemos a los chistes de antes y es posible que algunos números 20 años después no tengan el mismo golpe, que no surge el mismo efecto en el espectador. Eso también tenemos que analizarlo.n

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