Viviendas públicas

Así es vivir entre trenes y cuarteles en Vigo

Andrés vive en la estación de Redondela.
photo_camera Andrés vive en la estación de Redondela.

Antiguos inquilinos de las casas de la Guardia Civil, un conserje que vivió treinta años en una casa de maestros y un joven que habita en el edificio de la estación ferroviaria de Redondela explican cómo es vivir en estos espacios

¿Cómo es el día a día en el patio de luces de las casas construidas en un cuartel de la Guardia Civil? ¿O vivir pegado al colegio en el que trabajas? ¿Y tener las vías del tren prácticamente bajo la ventana? Vecinos de Vigo y su área cuentan su experiencia, tanto pasada como presente, en viviendas propiedad de la Administración.

Enrique fue, hasta hace tres años, el conserje (portero vigilante) del CEIP Canicouva, en Castrelos. Durante los 32 años en los que ejerció este oficio, vivió, con su mujer e hijos, en una de las viviendas del edificio anexo al centro. “Cuando llegué, allí había profesores y conviví con ellos durante bastante tiempo, pero poco a poco esas casas se fueron quedando vacías hasta que la mía, que la iba arreglando y acondicionando yo poco a poco, se quedó como la única”, comenta este bombero, ahora jubilado, que llegó a este colegio como muchos otros funcionarios durante los 70 y 80: “De aquella la administración local te ofrecía una vivienda libre de gastos a cambio de llevar el mantenimiento del colegio, hacer las obras menores, abrir y cerrar, además de vigilar. Lo decidí aceptar porque me venía bien en aquel momento”. Asegura que guarda “muy buenos recuerdos” de esta época, en la que coincidió con varios equipos directivos diferentes con los que tuvo muy buena relación: “Cumplía con lo mío e incluso hacía más de lo que me tocaba porque yo soy así”, bromea. 

 

 

En la estación

Andrés, un joven redondelano de 27 años, vive con su familia en la estación de tren de Redondela, en una de las viviendas erigidas en el propio edificio. Se trata de una cesión otorgada a su padre, empleado de Adif, hace ya más de dos décadas. Explica que, pese a tener las vías del tren muy cerca, “me he acostumbrado ya y además tengo la suerte de que aquí no pasan trenes por la noche”. Aunque se trata de un piso de tamaño “normal para una familia, de unos 100 metros cuadrados”, explica que le gusta más que su anterior experiencia en un piso del centro de la localidad. De hecho, comenta que como se trata de una zona de carácter industrial, “nos molestan más los camiones que los propios trenes”, pero que los ‘pros’ superan a los ‘contras’ ya que “tenemos el centro de Redondela relativamente cerca y a la vez tenemos los trenes al lado para ir hasta Vigo o Pontevedra”. 

Foto de los niños que vivían en el cuartel de la Guardia Civil de Vigo en los 80.
Foto de los niños que vivían en el cuartel de la Guardia Civil de Vigo en los 80.

En los cuarteles

A mediados de los 80, el cuartel de la Guardia Civil en Vigo incorporó bloques de viviendas para los agentes y sus familias. Lucía, con su marido y sus dos hijas, fue una de las primeras familias que se instaló en estos pisos y recuerda los casi 20 años que vivió dentro de este cuartel con mucho cariño. “Éramos una gran familia y pasábamos mucho rato juntos todos los habitantes de las viviendas”. Sobre todo, los niños. “Cuando entramos las primeras familias a vivir, eran más de 40 niños que se juntaban todas las noches en el patio a jugar, a pesar de que tenían edades muy dispares. Se lo pasaban muy bien”, comenta Lucía, que añade que una de las partes positivas de vivir dentro del cuartel de la Guardia Civil era que “había mucha seguridad y las puertas de nuestras casas estaban siempre abiertas”. Además, a raíz de eso, los padres no contaban con la preocupación de saber dónde se metían sus hijos, ya que no podían salir del cuartel sin permiso por causas de seguridad. 

Nuria fue una de las niñas que pasó parte de su infancia en el cuartel de la Guardia Civil de Vigo. Cuenta que “los chavales de mi generación, de los años 80, no podíamos ir diciendo por ahí que nuestros padres trabajaban en el cuerpo”, por lo que los niños de estas viviendas hacían piña y compartían muchas vivencias: “Era una convivencia muy estrecha, y al ser edificios a los que no podía acceder gente de fuera, jugábamos mucho sin control de ningún tipo”. Nuria recuerda que “cuando invitábamos a amigos, les llamaba mucho la atención que había carteles muy grandes recordando que había que revisar los bajos del coche, les impactaba muchísimo”. Después de muchos años, Nuria y sus amigos del cuartel retomaron el contacto a raíz de la pandemia, y cada año intentan reunirse para celebrar las fiestas del Pilar.

Nuria, frente al cuartel en cuyas viviendas pasó gran parte de su infancia.
Nuria, frente al cuartel en cuyas viviendas pasó gran parte de su infancia.

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