Ratas y ratones, únicos sujetos de experimentos en la UVigo

Imagen de archivo de un ratón blanco, una de las pocas especies que se utilizan en este tipo de experimentos.
photo_camera Imagen de archivo de un ratón blanco, una de las pocas especies que se utilizan en este tipo de experimentos.
Cada año el comité de ética de experimentación animal de la universidad evalúa poco más de una decena de proyectos en ámbitos como biomedicina o estudios genéticos

La experimentación con animales vivos es una de las facetas críticas de la investigación científica, ya que muchas veces es imprescindible este paso para desarrollar importantes avances como puede ser una vacuna o una nueva terapia contra diferentes enfermedades como el cáncer o las enfermedades autoinmunes. En la actualidad, aunque se está trabajando en numerosas alternativas a estas prácticas que, junto a una estricta regulación al respecto, han reducido mucho el número de experimentos realizados en animales, en algunos casos el único modo fiable de obtener resultados es este.

En la UVigo, el Comité de Ética de Experimentación Animal (CEEA), formado por veterinarios, técnicos y docentes de la universidad, expertos y con capacitación oficial en la materia, recibe cada año algo más de una decena de proyectos de investigación para, tras una evaluación exhaustiva de daños y beneficios y de los protocolos experimentales, emitir un informe que acredite que, en efecto, la utilización de animales vivos es vital para su éxito. Su presidenta, Isabel Manzano, y su secretaria, Marina Peña, explican a este periódico que “hay legislación sobre animales utilizados en experimentación y otros fines científicos desde 1986 y las cosas se han puesto progresivamente mucho más restrictivas, sobre todo tras la publicación de la última directiva comunitaria”.

Así, los únicos animales con los que se realizan experimentos a día de hoy en el Servicio de Bioexperimentación de la UVigo son ratas y ratones. “El centro también está autorizado para trabajar con conejos, pero hasta el momento no ha habido demanda”, comentan Isabel y Marina. Siempre hay que priorizar usar animales que se encuentren más abajo en la escala filogenética “con el mínimo nivel de desarrollo posible”. Por otra parte, en la Estación de Ciencias Marinas de Toralla (ECIMAT), se trabaja con peces como el rodaballo, la trucha o la lamprea y, en ocasiones, con cefalópodos como el pulpo, para estudios sobre protocolos de cultivo, parasitosis, estudios de alimentación o acumulación de microplásticos en especies marinas.

La fuerte regulación impide posibles abusos

La experimentación en animales se utiliza a nivel universitario en cuatro bloques esenciales: investigación fundamental (mecanismos biológicos), investigación para terapias de diversas enfermedades, desarrollo de productos farmacéuticos para medicina humana y veterinaria y educación y formación. Para esto último cada vez se utilizan más métodos alternativos y se han reducido mucho los usos porque “se ha considerado que no es imprescindible”, detalla Marina Peña. Estas prácticas se engloban en materias como fisiología animal, endocrinología y nutrición, neurología, nanoinmunotecnología (esto es, terapias con nanopartículas), microbiología, estudios genéticos de enfermedades raras o terapias para enfermedades autoinmunes.

El Real Decreto 53/2013 regula la experimentación animal. Se trata de un texto basado en “el principio de las tres R”, como explica Isabel Manzano: “Reemplazo, ya que hay que intentar sustituir los experimentos en animales por otra práctica siempre que sea posible; reducción, esto es, utilizar el mínimo número posible de animales que garantice resultados fiables; y refinamiento, introducir todas las variables en los procedimientos experimentales para que los animales sufran el mínimo dolor y estrés posibles y garantizar al máximo el bienestar animal”. Además, todo el que necesite llevar a cabo este tipo de prácticas deberá pasar por un curso de formación para obtener su preceptiva acreditación como profesional en este campo y por un periodo de trabajo bajo supervisión. “Para llevar a cabo una investigación con animales, los centros, personal y proyectos deben estar autorizados, se hace todo de manera muy controlada y estudiada”, añade la presidenta del CEEA de la UVigo.

El comité también hace una monitorización de todos estos proyectos, pero como cuenta Marina Peña, “ahora hay mucha más conciencia y lo normal es no encontrarse problemas con el cuidado de los animales en estos experimentos”. “Aun así, cuando se espera una especial severidad en los resultados de los proyectos, se lleva a cabo una evaluación retrospectiva, se analiza cómo se desarrollaron los procedimientos y si hay elementos que se puedan introducir o modificar para reducir el malestar de los animales y preservar mejor su bienestar en futuros procedimientos”, comenta Marina. La elevada transparencia también contribuye a que no haya abusos.

El CEEA de la UVigo es también ‘organo habilitado’ (delegado de la Xunta para la evaluación de los proyectos). Emite informes para que la Xunta, en última instancia, autorice o no los proyectos. Está enmarcado dentro del CETIC (Comité de Ética en la Investigación de la Universidad de Vigo), que engloba también un Comité de Gestión de Riesgos Biológicos  y un Comité de ética para la investigación con seres humanos y medio ambiente, lo que pone en relieve el compromiso de la Universidad con la ética y el control en la investigación, comenta Isabel Manzano, miembro también del CETIC.

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