La baja de Jorgen Strand Larsen en Vitoria se hizo notar mientras Anastasios Douvikas sigue sin cuajar un partido redondo desde la titularidad, catada en seis ocasiones
El fútbol gusta de jugar con las verdades. Pocas sentencias son absolutas. O ninguna. Y una de esas paradojas es que para un jugador no siempre es mejor tener más minutos sobre el campo. Porque la sobreexposición obliga a un trabajo rutinario no siempre valorado, mientras que la aparación desde el banquillo puede propiciar un brillo tal vez fugaz pero muy fotogénico. El pasado sábado en Vitoria al Celta le faltó, por primera vez esta temporada, Jorgen Starnd Larsen, lo que significó la sexta titularidad liguera de Anastasios Douvikas. Tras el duelo, se ha echado mucho más de menos al noruego que de más al griego.
La ausencia permitió -otra paradoja más- apreciar todo lo que hace Larsen en el equipo. En un partido romo en la combinación, sin capacidad para superar la presión defensiva del Alavés, el recurso de los balones largos hacia los desmarques del ariete nórdico o hacia su capacidad para jugar de espaldas habría sido clave. Porque no es que Douvikas no lo intentase, sino que su capacidad para asociarse una vez controla el balón es mucho menor. Cierto que la férrea defensa vitoriana no lo puso fácil, pero el griego sólo fue capaz de realizar un disparo a portería, muy desviado y desde la frontal del área, en los 72 minutos de los que dispuso.
Douvikas lleva cinco goles en lo que va de campaña liguera, dos logrados en alguna de sus seis titularidades -Las Palmas y Villarreal, en sendas derrotas- y los otros tres saliendo desde el banquillo. En las tres últimas ocasiones en las que ha entrado en el once, no ha logrado ver portería. Y tampoco aumenta de forma exponencial su capacidad de remate cuando tiene más minutos. Así, en Vitoria hizo los mismos disparos que en sus dos anteriores salidas desde el banquillo.
Sin ese respaldo goleador, la capacidad de Larsen para entrar más en juego y su mayor versatilidad en las posiciones superan al griego. Además, el noruego está demostrando una gran regularidad competitiva desde su llegada a Vigo, habiéndose perdido sólo dos partidos: uno la pasada campaña ante el Rayo por un leve problema físico -en otros dos encuentros de la recta final, Carvalhal lo dejó sin minutos en el banquillo- y el del sábado pasado en Vitoria. El domingo apunta otra vez al once.
