Opinión

Miedo a los tribunales

Temí haber perdido el gusto por sentarme en una terraza a ver pasar gente, leer la prensa o algún libro mientras la tarde se va desplomando poco a poco en brazos de la noche. Ayer recuperé ese placer sentado a la puerta del Casino de Santiago esperando a mi amigo Paco López-Barxas. Compostela volvía a estar repleta de visitantes. La gran mayoría españoles. La Rúa do Vilar no era la Babel habitual y el imperio de las mascarillas seguía vigente. Pasaban familias al completo, parejas, grupos de chavalada… En el velador de al lado un matrimonio mayor con rasgos alemanes hablaba castellano con acento catalán. Revisaban unos cuantos periódicos y él, en voz alta, leyó a ella un texto en gallego. Me sorprendieron y atrajeron mi atención. 
Seguramente de germanos solo tenían el aspecto. Su interés por la actualidad y los comentarios me captaron sin pudor por ser indiscreto. Pasaron del recelo por el COVID-19 a las diversas razones del presidente Sánchez para conceder los indultos; a la escandalera de Casado y la prudencia de Feijoo; a la obstinación de los independentistas y se detuvieron en las desacertadas razones mediante las cuales un tribunal de Madrid declaró adecuado el cartel de Vox utilizando falsamente lo que nos cuestan los MENA. Hablaron y criticaron a otros tribunales, que “debieran ser democráticos y justos”, según el criterio del señor. Y ahí la señora dejó caer una frase inquietante. “Me produce mucho miedo lo que está sucediendo con los tribunales”, dijo.
Aplicar el concepto de miedo frente a las resoluciones de los tribunales es un grave síntoma de democracia enferma. Para aquel matrimonio, y para mí, la utilización partidaria que se está haciendo de todo tipo de tribunales orgánicos ha abierto un peligroso camino hacia la destrucción de la convivencia. Temer que, por sistema, un tribunal en Madrid ofrezca en sus sentencias más razones ideológicas que legalistas es sinónimo de inseguridad ciudadana. El que el Tribunal Superior de Justicia de Madrid no admita una querella de la fiscalía contra Rocío Monasterio “porque su actuación en un fraude fue una chapuza documental”, desconcierta. Que el Consejo del Poder Judicial no se renueve por intereses partidistas del PP, suena a política bananera. Que lo mismo vaya a suceder con el Tribunal de Cuentas, cabrea terriblemente…
Para mis vecinos de mesa este tribunal, que no es un órgano judicial aunque el nombre llame a confusión, está actuando de forma partidaria en relación con el procés catalán. Sus razones fueron comparativas. Se preguntaron por qué no actuó del mismo modo en el caso Gürtel, o con los ERE de Andalucía, o con la venta de viviendas de Protección Oficial por Ana Botella, o con la boda de la hija de Aznar, o con los fraudes de la familia Pujol… Estuve por decirles, sin tomar partido, que por lo general los Tribunales de Cuentas son unos órganos integrados por técnicos eficientes pero regidos por políticos con intereses partidarios. Pensé comentarles que esta última actuación contra los independistas catalanes (con quienes no concuerdo en nada) parece una burda venganza del brazo tonto de la ley, aunque la reclamación pueda ser justa y necesaria.
Pero guardé silencio sin dejar de valorar el miedo de la señora a los tribunales. Pensé en ese viejo dicho español de “hecha la ley hecha la trampa”. Analicé la larga tradición injusta de nuestra justicia desde la Inquisición, ahora más visible gracias a los poderes mediáticos. Y recordé la maldición del gitano: “pleitos tengas y los ganes”. Mayor desconfianza, imposible.

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