Opinión

Madrid con V de Vigo

Quienes hemos vivido de cerca la vida moderna de ambas ciudades, mucho antes de que Abel y José Luis hubieran caído en la tentación de optar a los sillones de alcaldes, no podemos apartar del magín las históricas imágenes de ambos municipios invadidos por las estrellas de la movida musical de los años ochenta. ¿Recuerdan? Fue la primera vez que la ciudad del olivo compitió con la del madroño. E hizo fortuna universal aquella apuesta publicitaria de “Madrid se escribe con V de Vigo”. La V se insertó en la M y los movideños-as de la capital del reino se cabrearon mucho y, después de venir en tropel a hermanarse con Vigo, cerraron las puertas de Alcalá, de Lavapiés y de Toledo para que la galleguidad no les devolviera la visita. Ahí acabó el movimiento.

Sin embargo, por primera vez, la capital económica de Galicia se había situado en el mapa de la postmodernidad cultural del mundo. Estaba el Celta en primera, sí. Pero no vendía innovación. Quien vendía muchos automóviles era Citroën. Sin embargo la Zona Franca es territorio extranjero y los culturetas no miraban para la principal fuente de riqueza de la urbe y de todo su hinterland. Por su parte, Madrid no necesitaba de la movida para proyectarse en ninguna pantalla. Le bastaba, y le basta, con ejercer de capital de España, con ser el centro político y de gestión económica. La tonta competencia de una población de provincias, que ni siquiera es capital, le resbala como la lluvia por un paraguas publicitario.

¡Qué absurdos son estos baremos subjetivos! He ahí la nueva movida demoscópica. Tres mil ciudadanos encuestados, esto es, doscientos por cada una de las quince ciudades elegidas, ayudan a Caballero a levitar y condenan a Almeida a esconderse. Generan cientos de fugaces titulares en los medios, y comentarios como este mío, que nos sobrevivirán a la polilla del tiempo. Es una muestra más de la inconsistencia vital y cultural a la que hemos llegado en este nuevo siglo bajo el azote de la pandemia y la ruptura de todos los esquemas de vida en las grandes ciudades. El informe, fruto del trabajo encuestador de finales del año 20 es papel para reciclar. No tiene ningún valor documental.

No obstante a mí se me antoja que esta puesta en común, en el mismo plano comparativo del Vigo líder y del Madrid colista, sería un buen motivo para analizar el fracaso histórico de la calidad de vida en las grandes ciudades. Estamos ante dos ayuntamientos ricos donde las diferencias sociales cada semana son más acusadas. Donde la fanfarria de iluminar la Navidad y el despropósito de borrar los versos de Miguel Hernández de un cementerio se convierten en movimientos “culturales” de diferente signo ideológico. Pero el nivel sociológico de calidad es idéntico. El nivel económico de Vigo pende del hilo de la actividad de Citroën. El de Madrid de la capitalidad política. Y ambas ciudades están sujetas al capricho de las multinacionales. Hoy el ocio y el bienestar de las dos lo marcan un virus y la megalomanía de sus dirigentes. No hay diferencias en esta movida demoscópica. Madrid se escribe con V, Vigo con M, y la OCU yerra.

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