Opinión

Parece que fue ayer

Parece que fue ayer y ya han pasado cuatro años desde que tuvimos que despedirnos abruptamente de Mariano Rajoy, perdernos sus magníficas y a veces insondables alocuciones y los guiños y morritos que de común regalaba. Como un mazazo, desaparecía de la política española y dejaba huérfanos a los miles de españoles que disfrutábamos escuchándole e imitándole como aficionados, y a los profesionales del humor que lo encumbraban. 

Se marchó a zancadas grandes, como le gustaba caminar a él, que no corría porque no era hombre de modas ni de presumir de nada y mucho menos de runner. Y llegó Sánchez, que quiso quedarse con el papel de Bueno, despidiendo al Feo y preparando el papel del Malo para un Pablo Casado que tanto se empeñó en esta interpretación que terminó como en el spaguetti western clásico y abriendo camino a Feijoó, nuevo pistolero en Ok Corral.

Y se comenzó a gustar el líder del PSOE, flamante nuevo presidente de Gobierno y a encajar cada vez mejor en su traje y en su Ejecutivo a medida y a salvo de algún que otro rifirrafe entre sus “Ministres”, casi sin darnos cuenta nos pone al borde del lustro de una opción política que muchos creían interina y de combustión rápida. Sin embargo, han gobernado a pesar o impulsados por la marea de las crisis, la abominable pandemia, la guerra o el IPC, desgracias e incertidumbres reales que se comen los días como si fueran instantes, de tal manera que se nos ha pasado el tiempo en un abrir y cerrar de ojos. Parece que fue ayer, y sin embargo la vida sigue igual, aunque peor, mucho peor. 

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