Opinión

La carretera

Qué decir que no se haya dicho ya? De miles, de millones de formas distintas. A susurros, a voz en grito, con palabras simples o quejidos y llantos desgarradores. Es la guerra, con su doble erre de rabia y rencor. De terror y ruina. Todas son iguales, como todas las injusticias, aunque unas más cercanas y presentes que otras, como esta que nos golpea en el corazón de Europa y nos deja más patente que nunca la incapacidad de una Unión que no lo es más que sobre el papel, que no son sino Tratados que tratan y tratan pero cuyas buenas intenciones de su articulado terminan dejándonos en evidencia, avergonzados, con cara de disculpa rendida.
Líderes y lideresas -pocas por desgracia- trajeados y trajeadas tras atriles en elegantes sedes calefactadas anuncian con firmeza medidas sancionadoras económicas y políticas contra la Rusia agresora, para asfixiarla sin que le importe a un Putin que respira a pleno pulmón lejos de los humeantes cadáveres y continúa bombardeando, apretando el puño flemáticamente pero con firmeza hasta quebrar las vidas y la voluntad de los ucranianos. Mientras, la gente se vuelca en el apoyo a las refugiadas, a las que huyen del horror, con mucho valor y un hatillo con poco más que sus vidas y las de sus hijos, dejando atrás a los hombres partidos, rotos por dentro y de hierro por fuera. 
Este dolor ajeno nos golpea pero sin darnos de lleno, nos deja clavadas las esquirlas de las explosiones y nos llegan las perniciosas consecuencias del conflicto armado que deteriora un mundo globalizado amenazado por un efecto mariposa que se convierte en un tsunami de problemas y carencias que ya estamos pagando caro. La luz, el gas, el combustible, la leche… Los Presidentes de nuestros gobiernos prometen estar a la altura de las circunstancias y sortear los efectos de una crisis que se aventura bestial. Nuestros caballeros andantes se echarán como siempre a la carretera para iniciar el camino de la recuperación. A una carretera sinuosa y frágil, que transita una guerra y recorre un tiempo ya descrito: “Noches más tenebrosas que las tinieblas y cada uno de los días más gris que el día anterior. Como el primer síntoma de un glaucoma frio empañando el mundo. Ojalá mi corazón fuese de piedra” (Cormac McCarthy, La carretera). 

Te puede interesar