Opinión

Entender un agujero negro

Cada vez nos quedan menos cosas que ver en el Universo. El replicante de Blade Runner que lamentaba el fin de su existencia recordando las maravillas que sus ojos ya nunca más verían, como atacar naves en llamas más allá de Orión, o rayos-C brillar en la oscuridad cerca de la Puerta de Tannhäuser, no decía nada del agujero negro de la Vía Láctea que podíamos contemplar en los televisores de todo el mundo esta semana, Sagitario A*.
La imagen se hacía un hueco entre las catastróficas desdichas que inundan los telediarios y medios de comunicación en general y, aunque la mayoría no tenemos ni idea de la magnitud de este descubrimiento científico ni de la utilidad que puede tener para el conocimiento de nuestra galaxia y de nosotros mismos, nos ha parecido una buena noticia. Desde luego a mí se me ha quedado en la retina para siempre, sacándome de la rutina habitual de la realidad mundana y haciéndome reflexionar por un instante sobre la insignificancia de mi propia existencia y la nimiedad de un planeta que no es más que una micro mota de polvo en el Cosmos. Fueron unos segundos nada más, antes de pasar a preocuparme de la lesión de Nadal y de los poquitos grandes momentos que nos quedan probablemente por disfrutar con sus fantásticos logros en las pistas. Pero también ha sido por un instante, porque con un simple parpadeo me he encontrado de lleno con el impacto de un británico contra el suelo como resultado de un “balconing” fallido.
Otros se habrán distraído con la patética actualidad política, el precio de la luz, el gas y la vida en general o la inefable guerra en Ucrania y otros conflictos armados e inagotables desastres. No habrán apreciado la trascendencia de conocer la existencia de un agujero negro que tiene cuatro millones de veces la masa de nuestro Sol y que está a unos 27.000 años luz de la Tierra, en el corazón de la Vía Láctea y que se dedica a absorber materia sin cesar. No sabemos si nos tragará a nosotros o más bien a los que vengan mucho después de nosotros que -al ritmo que consumimos este planeta- posiblemente no sean demasiados, o ni siquiera quede nadie para ver semejante fenómeno de extinción. Hoy hemos visto por fin a Sagitario A*, pero seguramente él nos haya visto mucho antes y a lo mejor por eso no para de absorber. Será su naturaleza. Sin ser científico, yo lo entiendo. 

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