Opinión

A la calle y sin cajita

El despacho de abogados Martínez Echevarría -que acaba de enseñar la puerta a Albert Rivera- no ha medido con acierto las consecuencias de una decisión seguramente tomada en caliente. Lo peor de esta calentura no es que haya hecho posiblemente el peor negocio de su existencia, sino que puede verse comprometida una parte de su prestigio en la resolución de conflictos y la gestión de situaciones delicadas. 

Aunque la gota Rivera habrá colmado el vaso sobradamente y sin ninguna duda, hoy por hoy, yo dudaría encomendarles la reivindicación de mi finiquito o la negociación en mi divorcio. Porque aunque podemos entender que -tras tacharle poco menos que de inútil- hayan hecho pública la causa de su salida, no se puede perdonar que un renombrado bufete no haya hecho el negocio del siglo comprando a Rivera por lo que valía en su momento y vendiéndolo por lo que él dice siempre que vale. Un filón.

Lejos de esto, hartos de su talante estirado y orgullo desmesurado, que no aportaba a la entidad contratante más que paseos de pavo real y glugluteo en sus discursos vacíos, le han puesto de patitas en la calle sin darle siquiera la cajita para llevarse el cactus y el marquito con su foto sonriente, sin una palmadita en la espalda ni justificarlo en el clásico “no eres tú, soy yo”. ¿Qué puede haber hecho para que le calificaran públicamente de fiasco, dando a entender que o es un inútil total o un jetas por naturaleza, o peor aún, ambas cosas? Pues precisamente aquello de lo que le acusan, de no hacer nada productivo y comportarse como un político, valor que aporta cero en el ámbito jurídico y empresarial, salvo raras excepciones. 

Ahora llega el momento de defender el honor y Albert Rivera estará haciéndose un nuevo traje a medida, entallado y de colores vivos, para reclamar una indemnización a sus airados jefes por incumplimiento contractual. Preparará un argumentario y unos cuantos discursos petulantes para intentar lucirse en los medios de comunicación y salvar su crédito personal o minimizar los daños causados a su imagen inevitablemente. Cualquier cosa puede pasar, pues la Justicia es ciega y podría darle la razón para renacer como Ave Fénix, o negársela y encontrarse cavando su propia tumba laboral. Siempre podrá volver a la política, aunque sea de jefe de gabinete en el que sus discursos sirvan para nada; partidos y puestos hay.  

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