Opinión

Fruta madura

Poco a poco Donald Trump ha ido asumiendo el inevitable dictado por las urnas, que debe abandonar la Casa Blanca mientras una parte del mundo respira aliviado porque tratándose del presidente de los Estados Unidos es mejor lo malo por conocer que lo malo por conocido. A Donald Trump engreído y engañado por su propia soberbia le cuesta aceptar una derrota para la que no estaba preparado, y ahora sentirá el síndrome del teléfono que no suena, y los partidos de golf no terminarán de llenar su ego. Su esposa, su hija y su yerno le recomendaron que admitiera la derrota y no ahondara la división del país. Como no tenía previsto perder ahora será como un trabajador al que le ha llegado la hora de la jubilación que no sabe qué hacer el primer día que no tiene que ir a trabajar, hasta que decida si monta otro partido o se dedica a preparar los procesos judiciales que tiene pendientes por su desempeño como empresario. Lo que es seguro es que sus ‘fake news’ y sus ‘hechos alternativos’ dejarán de tener la misma trascendencia.

Te puede interesar