Opinión

Ciudad estática - ciudad dinámica

Leer la ciudad es leer su historia, el dinamismo de sus ciudadanos, de su sociedad.
Generalmente las ciudades tienen su origen en un hito determinado, en un buen emplazamiento o en una circunstancia que les ha favorecido, bien de forma natural o por el estudio de sus posibilidades y la gestión de sus gobernantes. 
En Galicia, Santiago es un claro ejemplo de ello. Su primer impulso lo constituye su situación como cruce de caminos, lo que le confiere un cierto carácter mercantil. A ello sigue el medieval invento de la supuesta tumba del apóstol, lo que en época de absoluto poder de la Iglesia, le confiere una importancia capital como centro de peregrinaje, impulsando de nuevo su crecimiento y riqueza. Un nuevo hito lo conforma la implantación de la universidad, con influencia en toda Galicia, y comarcas astur leonesas, lo que le asigna un plus cultural y de centro del saber en el noroeste español. Tras la proliferación de nuevas universidades, un nuevo hito hace su aparición, la capitalidad de Galicia, aportando gran cantidad de nuevas estructuras, instituciones y servicios, lo que hacen de Santiago una ciudad dinámica, con una capacidad histórica de reinventarse, similar a la ocurrida en Barcelona, Bilbao o Valencia.
La explotación creciente de sus principales poderes de desarrollo, o la búsqueda de nuevos hitos de crecimiento, constituyen la base del dinamismo de las ciudades. Un dinamismo basado en la inversión productiva en la ciudad, como instrumento de generación de riqueza. La ciudad establece alianzas, gestiona e invierte en si misma a la búsqueda de objetivos de competitividad que la potencien, constituyan una referencia y lleven a sus ciudadanos a mayores cotas de progreso.
Por el contrario, las ciudades estáticas, que pueden haber sido dinámicas con anterioridad, son aquellas que se limitan a mantenerse, que no abren nuevos caminos ni potencian sus posibilidades, gastando y no invirtiendo, en una conservación de ciclo económico cerrado, que no genera retornos ni resulta competitiva, agota su poder referencial y acaba por no ser productiva ni generar cota de progreso alguna.
El preciso gobierno de cada modelo resulta absolutamente antagónico. Mientras el primero requiere de iniciativas competitivas, de gestión en equipo, de fructíferas relaciones de vecindad, de generosidad, de sacrificio en aras del progreso de un área de influencia, de proyectos factibles, de colaboración ciudadana y de aunar la administración con el saber, la investigación, la empresa, el capital y la inversión, el gobierno de las ciudades estáticas requiere simplemente de la búsqueda de subvenciones, de gastos de conservación y adecentamiento, del mantenimiento de situaciones y poco más.
Del talante de sus habitantes dependerá que triunfe la alternativa que más se ajuste a sus exigencias.
El caso de Vigo es paradigmático. De haber sido una ciudad de un dinamismo espectacular en la primera mitad del pasado siglo, curiosamente justo hasta unos años antes del advenimiento de la democracia, con una industria pujante, una administración gestora y una mano de obra dinámica,  hemos pasado al claro ejemplo de la ciudad estática por excelencia, una ciudad en la que sus habitantes no parecen aspirar a otra cosa que al mantenimiento de sus servicios y poca cosa más. Satisfechos con que les adecenten las aceras, les pongan adornos por navidad, les llenen de promesas incumplidas y les alimenten el victimismo, no parece que sean otras sus exigencias, cuestiones todas ellas para las que tanto el gobierno actual como el que pudiera ejercer la oposición están perfectamente dotados, sin que exista, de momento, posibilidad alguna de que asome nadie con planteamientos dinámicos para la ciudad.
Vigo, no obstante, de tener buenas relaciones con el resto de Galicia, de establecer alianzas, gestionar y trabajar en equipo, considerando que su puerto y su ria son la llave de su progreso, podría convertirse en el puerto de Madrid (hoy Valencia) y en el superpuerto (por seguridad y calado) que esperan los buques postpanamá en Europa, al no disponer los puertos europeos de tales calados. Para ello necesita convertir a su aeropuerto en el de mercancías de Galicia, gestionando todos los retornos de la industria gallega, habilitar dos líneas comerciales de ferrocarril, la del Miño con Madrid y la cornisa cantábrica con la frontera francesa, impulsar la Plisan, gestionar conjuntamente los puertos de Marín, Villagarcía y Vigo en una única autoridad y oferta especializada, conseguir la implantación de dos nuevas factorías automovilísticas, ofreciendo emplazamiento para ello, consiguiendo así la implantación de nuevas industrias auxiliares, lo que convertiría la ciudad y su entorno en una referencia portuaria europea y de la industria del automóvil, cuestiones turísticas aparte, etc., opción que al parecer no le interesa a los vigueses, mas preocupados en sus pequeñas cosas, en estar enfrentados hasta con su sombra y en seguir llorando su abandono. Por otra parte, arrinconados personajes adecuados tampoco parece que haya nadie que pueda llevar a cabo nada importante, ni se plantee otras exquisiteces, al menos ninguno de los partidos tradicionales está, ni ha estado, por la labor.

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