Opinión

El rollete, la manceba y la doble vida

Pues, dilecto leyente, permítame que esta vez me dirija a usted, ya que el tema del que va hoy nos afecta más a nosotros que a ellas, aunque, tal como están las cosas, tampoco es que esté muy seguro.
No sé si coincidirá conmigo en que existen, al menos, tres tipos de relaciones extramatrimoniales: El rollete, la manceba y la doble vida. Tal vez ayudaría a esclarecer las cosas haber visto una vieja obra teatral, en la que trabajaban el añorado Carlos Larrañaga y su esposa de entonces, María Luisa Merlo, en la que el primero se había echado una amante despampanante que ensombrecía la belleza de la “propia”, hasta que ésta se enteró del asunto y lejos de armar gresca, propuso a los tortolitos un cambio. La despampanante ocupaba el lugar de esposa y ésta la de amante. Al poco tiempo “Carlitos” se empezó a cansar de ver al antiguo yogurcito con rulos y cremas varias, mientras que la anterior siempre estaba hecha un pincel, y comenzó a plantearse si no se habría equivocado en el cambio. (Cada uno que saque sus conclusiones, si es que hay conclusiones que sacar).  
Pero sigamos: El “rollete”, sería esa cana al aire, con que el diablo pone a prueba nuestra estabilidad sentimental-familiar; que a veces queda en el olvido, como una hoja seca llevada por el suave viento (jopé que cursi me he vuelto) y otras termina en bronca de pareja, que ya no es una hoja, sino todo un árbol impulsado por un viento huracanado, con resultado imprevisible, sobre todo cuando el rollete te ha hecho un “regalito” transmisible a tu chica.
La cosa es más seria cuando el rollete pasa a ser la manceba (más estabilidad en el contubernio), y ya no digamos cuando la relación con la o las amantes se convierte en la otra u otras familias (doble vida). Algo bastante difícil de mantener con discreción, pues, por muy camaleón que uno sea, siempre surge un imponderable que lo descubre todo. Unas veces, como en el caso del llamado Casanova chino, que es el que me mueve a escribir esto, fue por un tonto accidente, pero en el centro médico, se supone que con la mejor voluntad, comenzaron a llamar a todos los teléfonos en los que figuraba “esposa”, resultando que concurrieron 17 compungidas “señoras de”. Y claro se armó “La del Dragón”; como en el título de una antigua película italiana: “Demasiadas cuerdas para un violín”. 
Menos traumático para otro “calavera”, fue que el pastel se descubriera una vez fallecido, pues aparecieron una docena de esquelas puestas por sus diferentes parejas con el “su desconsolada esposa”, descubriéndose que el muerto era un “vivo”, y ocurrió lo que ya había predicho Alejandro Magno, en su caso, y por otras razones: “Mis funerales serán sangrientos”.
Lo más práctico para evitar este tipo de sobresaltos es tenerlas a todas juntitas y en buena armonía, dedicadas a la excelsa labor de satisfacer al  majara…, digo al “marajá”, en todos sus caprichos. Vamos, lo que se dice tener un harén, con sus huríes y sus eunucos. Esa sí que es una fantasía oriental para un austero occidental. Recordando al insigne Freud “Los sueños son realizaciones disfrazadas de deseos reprimidos”.
Lo malo es que el Concilio de Trento acabó con esta práctica admitida, hasta entonces, por las tres religiones monoteístas; y hoy, devoto cristiano, te puedes encontrar con una condena por bigamia “por querer a dos mujeres a la vez y no estar loco”, y entonces, desde tu “chabolo”, recostado en el “pulguero” rememoras al célebre Calderón “…que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son”. Y es que al Estado, dilecto, no le preocupan sus escarceos amorosos, salvo que tengan transcendencia jurídico-administrativa.
Pero, volviendo al tema, aunque sólo sea por un mínimo  rigor histórico, recordemos que si bien en el entonces poderoso imperio otomano existió el harén más famoso del mundo, el del Palacio de Topkapi, con más de 300 habitaciones, ni de lejos es comparable con el harén masculino de la reina de los bereberes, Kahina de Mauritania, formado por 400 sementales. ¡Y yo tan viejo…!

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