Opinión

El misterio de los asesinatos en Valencia

Pues, dilecta leyente, cuatro mujeres han sido asesinadas en un corto plazo de tiempo, en lugares relativamente próximos y con el mismo “modus operandi”
Analicemos los hechos:
Las muertes fueron todas causadas por asfixia, sorprendiéndolas por la espalda, al estiló mataleón. La diferencia es que en estos casos, el autor no se contentó con dejar a la víctima inconsciente para robarla, sino que todo parece indicar que tenía la intención de causar la muerte. También puede que sea un mal alumno, que no se “doctoró” en la técnica del Jiujitsu brasileño, esa llave que consiste en coger a la víctima por detrás y apretarle la arteria carótida hasta conseguir que pierda el conocimiento, produciendo un desmayo momentáneo y, que utilizan principalmente los delincuentes latinoamericanos y magrebíes, pero que si se ejecuta mal puede causar lesiones muy graves, incluso la muerte y que tiene su origen mitológico en que fue la forma en que, se dice, Hércules se deshizo del león de Nemea, un monstruo que parecía invulnerable. 
En cualquier caso, habría que conocer en dónde aprendió el método, que bien podría ser la cárcel o el gimnasio, pues forma parte de la enseñanza de artes marciales, concretamente, en España, el judo.  De lo que no hay duda es de que se trata de un hombre atlético.
Por otra parte el que no se molestara en ocultar los cadáveres, indica que cree que no le pueden relacionar con los hechos. Posiblemente se trate de un tipo que no es de la zona, pero que la ha comenzado a frecuentar por alguna razón, como puede ser de tipo laboral. Habría que tener en cuenta si los asesinatos se han cometido en horario laboral o de asueto, así como la hora de las muertes.
El que los cadáveres aparecieran en unas acequias solo indica que el criminal busca lugares apartados y que no queden a la vista, pero que no aporta nada a la investigación, pues son frecuentes en Valencia, donde forman parte de la red que constituyen el Tribunal de “les Aigües”. Aunque no cabe descartar que tenga que ver con algún tipo de ocupación relacionada con esta institución; como trabajador eventual, por ejemplo.
En cuanto al móvil, parece descartarse el ánimo de lucro como el sexual, y el que no exista un patrón que relacione entre sí a las víctimas, hace presumir que estamos ante un sicópata que mata al azar y que tiene fijación con las mujeres solitarias. Se podría pensar en que su objetivo fuera la prostituta o cualquiera de las otras, con la que sí podría tener algún tipo de relación, y las muertes de las otras fuera para despistar. Pero eso parece demasiado sofisticado para el andoba, que más bien responde a un tipo tosco, sin muchas luces. Estamos ante un asesino múltiple, pero no en serie, pues como he dicho falta el patrón común entre las víctimas, que caracteriza a estos asesinos. Se podría encuadrar en la calificación de sicópatas de Schneider como “desalmado”, con rasgos de fanático, que tal vez odia a las mujeres.
De seguir la investigación por el libro, habría que convenir que el autor es un camionero, seguramente extranjero, que hace la ruta por aquella zona y recién salido del trullo; alternativamente podía ser un taxista o un comercial que use un medio de trasporte, como un coche. En cualquier caso, y aún a riesgo de ser acusado de racista, basado en mi intuición y mi experiencia, me inclinaría por un magrebí, fuerte, de carácter frío, que practica artes marciales, que conduce un camión o turismo con el que frecuenta recientemente la zona y que siente aversión hacia las mujeres occidentales. Posiblemente, recién salido de prisión o de un centro de salud mental. También es posible, que aunque el ataque es sorpresivo y suele dejar inermes a las víctimas, puede que al menos una de ellas, haya tratado de intentar zafarse, causando arañazos en las manos o alguna contusión en las piernas (patadas hacia atrás) o pie (pisotón) a su agresor. De hecho, un testigo dice haber visto al sospechoso cojeando, ligeramente.
Espero y deseo que, disponiendo de las huellas dactilares, al menos de las impregnadas en el cuello de las víctimas, y tal vez del ADN en sus cuerpos o en las ropas, cuando se publique este artículo, los investigadores haya desentrañado el puzle y  trincado al autor.
¡Fiat iustitia etsi ruat caelum!

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