Opinión

Culo veo, culo quiero

Parturient montes, nascetur ridiculus mus” Parirán los montes; nacerá un ridículo ratón. Y sí, helos aquí paticortos y rabilargos, correteando por los Ministerios en pos de su porción de camembert; helos aquí, con sus incisivos aguzados, mordisqueando el presupuesto del Estado; helos aquí a los abanderados de aquella algarabía universitaria y de aquellas acampadas callejeras como mezquinos roedores del erario. Y roedoras. 

Encintas de estulticia, las asesoras de la ministra de Igualdad, paren sandeces como montañas. Las doce “tías estupendas” de la “Feministra” Irene Montero, que cobran medio millón de pavos al año, alguna más que el propio Presidente, no hacen más que rivalizar en cómo hacerle decir barbaridades: “Fuerzos y cuerpas”, “portavoces y portavozas” y otras chorradas inclusivas.  Mientras, la ilustrísima Beatriz Gimeno, una “alta carga” podemita, directora del Instituto de la Mujer, coarta la inventiva de diseñadores y publicistas recriminando a una empresa que hace láminas para dormitorios infantiles, el hecho de que sus rótulos no se ajusten a su ideología de género: “Aquí duerme un pequeño héroe”, “Aquí duerme una princesita”, “Aquí duerme un pequeño pirata”, “Aquí duerme la reina de la casa”. No le gustó. Tomó cartas en el asunto y le mandó una conminatoria.

A la aventajada discípula de Safo le hubiesen gustado más rótulos de este jaez: “Aquí duerme una futura borracha”, “Aquí duerme una pequeña sodomita” Esta fulana, la tal Gimeno, es la que dijo que la heterosexualidad “no es la forma de entender la sexualidad, sino que es una herramienta política y social”; y que los hombres tenían que ser penetrados analmente por las mujeres para poner fin al heteropatriarcado. No dijo desde que edad, pero yo no le confiaría a ningún niño. No hace más que hacer apología del culo: “El ano es una de las principales zonas erógenas”. Lo es. “No hay gusto más descansado que después de haber cagado”, escribía el genio de las antiparras Francisco de Quevedo en su tratado sobre las “Gracias y desgracias del ojo del culo”,  que es vecino de los miembros genitales, en cambio los ojos de la cara “lo son de los piojos, la caspa de la cabeza y la cera de los oídos”; ni siquiera los pedos se le pueden reprochar: “son cosa alegre, pues donde quiera que se sueltan, anda la risa y la chacota”. “Culo veo, culo quiero”: éste podría ser el nuevo lema que defina el orden mundial, a tenor de lo que sugiere la preclara dirigente podemita.  

“Los amantes de los libros nunca se van solos a la cama”. Lo tengo escrito en el cabecero de la mía. Es válido para cualquier sexo y no segrega por odios. Pero esto no agita, ni inflama, ni anima las tamborradas. En lenguaje inclusivo, “gilipollas” le viene que ni pintado a doña Beatriz. Y a nosotros, que le pagamos sus boutades.

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