Opinión

El primer año sin toros

No todo ha sido malo en el Peor Año de Nuestras Vidas: tras confirmarse la supresión de la temporada taurina de Pontevedra, por vez primera desde hace décadas, los toros han desaparecido de Galicia. La tauromaquia es desconocida en este rincón del Noroeste, aunque en la Nobre Luisitania hay cierta afición, con plaza en Lisboa e incluso en Oporto, si bien en esta última ciudad hace tiempo que no hay “touradas”. Más cerca incluso se encuentra la de Viana do Castelo, transformada en un espacio para cualquier evento salvo los taurinos, prohibidos taxativamente por su alcalde hace años. Pero quedaba Pontevedra, ciudad contradictoria como pocas, donde sus vecinos votan al PP de forma mayoritaria en las elecciones -la última ocasión en las recientes autonómicas, con el 43,5 por ciento del total- y al BNG en las municipales, cuyo alcalde cumplirá 20 años en el trono en cuanto termine el mandato. En Pontevedra hay alcalde del BNG y toros en la Peregrina, y dos corridas estaban programadas para este funesto 2020 hasta que la empresa decidió suspender en julio y anular definitivamente más tarde. Es cierto que hay una cierta decadencia y los llenos son historia, pero también que la mini-temporada continúa y Galicia no se ve libre del toricidio anual, aunque las señales son esperanzadoras. A Coruña, con plaza vergonzante reconvertida en multiusos con burladeros, ha puesto punto final definitivo a la sangría, y en Pontevedra ya no hay aquellas tardes donde los políticos -Rajoy era un fijo- aparecían por en el graderío, prueba de que queda feo. Se dice que en Galicia hay un aficionado a los toros y se sospecha de otro. Con un poco de suerte ni siquiera eso. 

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